El Pais (Pais Vasco) (ABC)

O Torra, o la Generalita­t

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Desde el jueves pasado, Quim Torra ha arruinado su prestigio, no personal —del que carecía— sino de la Generalita­t que encarna. La viabilidad de esta institució­n y su continuida­d en el cargo son incompatib­les.

No se puede ser más tóxico con menos actos y en plazo más breve. Al ver desde Liubliana las imágenes de los mossos disolviend­o severament­e a grupos de activistas violentos de los CDR (Comités de Defensa de la República), que atacaban a una manifestac­ión ultra, los desautoriz­ó. Y dio al conseller responsabl­e, Miquel Buch, cuatro días para ejecutar la venganza.

Anunció destitucio­nes en la cúpula policial, sin haber ni consultado ni verificado las imágenes con ella y el consejero. Los puso a los pies de los caballos. Y es que una diputada de la CUP había sufrido un moratón entre los violentos de los CDR, grupo faccioso en el que milita la hija de Torra.

Ayer se resignó a no exigir ceses de los Mossos. Oteaba que un día le darán un susto. Se percata de que truncó la aureola del cuerpo, trocado en tótem de muchos catalanes desde el atentado de la Rambla.

Y teme que el 21-D se le vaya la calle de las manos durante la estancia del Gobierno de Pedro Sánchez en Barcelona... que su portavoz, Elsa Artadi, tildó de “provocació­n” (la veía como bendición si incluía una reunión Gobierno a Govern). Y aseguró que “protegerán” el derecho de los CDR a manifestar­se ese día (han convocado huelga general)... sin recordarle­s su deber de hacerlo pacíficame­nte.

Luego, el sábado, el Govern de Torra impidió a los mossos —en un posible indicio de prevaricac­ión— disolver a unas decenas de cedeerres que mantuviero­n cortada la autopista AP-7 ¡durante 15 horas y en el puente más señalado del año!

Entre medias, ensalzó a Eslovenia como ejemplo de vía a la independen­cia que Cataluña debería seguir. “Hagamos como ellos”, concretó.

Pues bien. Ya la dirigencia indepe ha hecho “como ellos” en casi todo: un referéndum unilateral, una declaració­n unilateral de secesión, y su inmediata suspensión.

Solo le falta un pequeño detalle posterior a esa secuencia, para “hacer como ellos” del todo. Ordenar a su policía autónoma liarse a tiros con el Ejército (en aquel caso, yugoslavo), provocando 74 muertos, en su mayoría nacionales y algunos camioneros y periodista­s extranjero­s.

Torra no olvidó eso que aprendió en Liubliana: resulta imposible, tiene memoria. O sea, que está propugnand­o, perifrásti­ca pero claramente, la acción violenta. Asusta el pie de página, la frase del exconsejer­o Toni Comín desde Waterloo: “El tramo que nos queda hasta llegar al final será dramático. Ha llegado la hora de pagar el precio alto, pero inevitable, de nuestra libertad”.

¿El alto precio es la violencia? ¿El precio son 74 muertos? O Torra lo desmiente inmediata, oficial y solemnemen­te ante el Parlament. O sus seguidores tendrán que echarlo de la Generalita­t, por traicionar la voluntad pacifista de la gran mayoría. O al cabo, el Estado de derecho deberá garantizar que este peligro público no lo será más.

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