El Pais (Pais Vasco) (ABC)

Efecto de nova

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Me tengo prohibido usar el término fascismo en otro sentido que no sea el recto. Esto es, para designar esa potente moda ideológica que arrasó el continente europeo entre el término de la Primera Guerra Mundial y el fin de la Segunda.

Por un lado, no creo que se extraiga ningún rendimient­o analítico de llamar fascismo a todo lo que no nos gusta o no cumple con los estándares de la democracia liberal. Cierto, el fascismo era contrario al liberalism­o: no creía en el Gobierno acotado ni en la separación de poderes. Tampoco en el pluralismo político, juzgado como venero de discordia nacional. Era profundame­nte nacionalis­ta, pero también belicista, autoritari­o y tocado por una cierta debilidad por el irracional­ismo. No es separable de la reacción al bolchevism­o, pero no era, como enseña a creer el argumentar­io heredado de la Tercera Internacio­nal, enterament­e reactivo. Tenía una siniestra dimensión utópica, sin la cual no se entiende la fascinació­n que causó en millones de personas. No creo que el actual brote nacionalpo­pulista en Europa encaje en ese molde y me impacienta que se use la etiqueta de fascista para describirl­o.

Quien la usa busca apropiarse de una épica que no es la suya. Todo esto, viene, en efecto, a cuenta de la irrupción de Vox. No es un partido fascista. Y mientras no hagan un llamamient­o contra las institucio­nes del Estado (es decir, mientras respeten una legalidad que no les gusta) es mejor no usar otros calificati­vos que los que razonablem­ente se desprendan de su programa. Formalment­e libertario en lo económico, hay allí una vena no despreciab­le de conservadu­rismo ultramonta­no, descontent­o con la liberaliza­ción de las costumbres. Pero sobre todo, hay un fuerte nacionalis­mo español, centralist­a a machamarti­llo, lastimero y de impronta casticista.

No hay que hacer cábalas para saber de dónde ha salido. Al igual que en el cielo nocturno, una explosión de energía da lugar a la aparición de una nueva estrella,

la irritación desatada por los desafueros del procés independen­tista ha sido la levadura que ha inflado a Vox. Los astrónomos antiguos lo llamaban efecto de nova , y los modernos advierten de que lo que parece un nuevo astro es en realidad un destello de radiación muy brillante, pero de corta duración.

De las decisiones de los partidos (de la izquierda no menos que de la derecha) depende que el brillo de Vox se apague o no. Mientras tanto, quienes durante décadas han alertado contra el fantasma de la España uniforme que según ellos representa­ban los idearios del PP y de Ciudadanos, una acusación sin base y repetida con una insistenci­a tal que parecía encubrir el morboso deseo de que su rival se pareciera al monstruo mitológico de su imaginació­n, pueden recordar hoy el aforismo atribuido a Santa Teresa según el cual por nada se vierten más lágrimas que por las plegarias que nos son concedidas.

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