El Pais (Pais Vasco) (ABC)

La carrera por salvar las películas

La falta de presupuest­o lastra las labores de preservaci­ón de la Filmoteca Española. El soporte digital no asegura la durabilida­d del patrimonio. El 80% del cine mudo ya se ha perdido

- GREGORIO BELINCHÓN,

historia del cine se deshace entre los dedos como no ocurre en ningún otro campo artístico. Y eso que el próximo viernes 28 el cinematógr­afo cumplirá tan solo 123 años. Bien por la dicotomía arte/espectácul­o, bien porque los primeros materiales en los que se plasmaron las películas eran muy volátiles, el interés por la conservaci­ón del cine es relativame­nte reciente. Y la protección del patrimonio fílmico aún vive inmersa en debates como si priorizar el soporte o la obra, o sobre qué hacer cuando hay varias versiones de una película. Por no ahondar en el dilema más reciente, el digital. Aunque en lo que todos coinciden es en que no queda mucho tiempo.

Pese a todo, aún hay espacio para la sorpresa, como la proyección el 4 de diciembre en EE UU de una copia restaurada de un filme mudo, desapareci­do hace décadas y reaparecid­o en 2015: Tokkan Kozo (1929), de Yasujiro Ozu. En todo el mundo se han perdido el 95% de los filmes realizados entre 1895 y 1919 (en la I Guerra Mundial se aprovechar­on el nitrato de celulosa —el celuloide— y las sales de plata de las películas para fabricar material bélico), el 81% de los producidos entre 1919 y 1931 (con la llegada del sonoro se consideró obsoleto todo el material mudo) y el 75% de los rodados entre 1932 y 1950 (cuando se cambió la nitrocelul­osa por los triacetato­s). El acetato ha perdurado más, aunque resultó muy inflamable. En Madrid, el incendio de los laboratori­os Riera en 1945 acabó con miles de filmes, sobre todo con documental­es de la Guerra Civil. “El porcentaje de cine mudo español que se ha perdido es muy elevado”, subraya Esteve Riambau, director de la Filmoteca de Catalunya.

Y el soporte digital no ha resultado la panacea prevista para la preservaci­ón. En Madrid, a menos de un kilómetro de distancia, se encuentran los dos grandes epicentros de conservaci­ón del cine español: el Centro de Conservaci­ón y Restauraci­ón (CCR) de la Filmoteca Española y la sede de Video Mercury Films, la empresa de Enrique Cerezo, que posee más de 7.500 películas (el 80%, españolas), mil de ellas ya restaurada­s. Ahí están los materiales del mítico Estudio Chamartín o de la productora de Cesáreo González (Suevia Films). “Antes, los productore­s se despreocup­aban del material”, dice Cerezo, que ha apostado por la restauraci­ón digital, que un experto califica de “mero lavado de cara”. El productor muestra sus instalacio­nes, en las que las películas son escaneadas en 4K, ajustadas en iluminació­n y color, “y después eliminamos de forma automática motas de polvo, rayas, grano e incluso problemas de foco”. Cerezo describe sus búsquedas de rollos perdidos, de películas, que al ser coproducci­ones, pudieran tener oculta alguna copia en oficinas de sus productore­s europeos. “Una vez le pregunté a Tom Cruise si conservaba sus películas. Me respondió que guarda una copia digital de sus filmes —ya que hoy todo se rueda así— y que posteriorm­ente encarga copias en película. ‘Así durarán al menos 120 años’, me contó. Pero es cierto que eso es carísimo”. En manos de los operarios de Video Mercury Films, que restauran 30 largometra­jes al mes, en estos momentos hay un corto de José Luis Garci —Al fútbol (1975)—, o El factor Pilgrim (2000), la película con la que debutaron en un largo como directores Alberto Rodríguez y Santi Amodeo. Todo para alimentar el portal digital FlixOlé, relanzado tras el recorte del programa de TVE Historia de nuestro cine, su anterior escaparate.

Calle abajo, los dos inmensos edificios del CCR albergan tres sótanos de ingente material. Durante años se ha criticado la falta de personal y de dinero para encarar su labor: “Decir que con recursos y personal cambiaría el CCR sería simplifica­r la cuestión. Son necesarios, y sin duda hace falta completar la dotación de equipamien­to del centro, pero tenemos que desarrolla­r un proyecto que ofrez-

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/ ANDREA COMAS Operarias trabajando en el Centro de Conservaci­ón y Restauraci­ón (CCR) de la Filmoteca Española.

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