El Pais (Pais Vasco) (ABC)

Preámbulo del fin de la QE

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El riesgo político introduce ruido en los mercados. Cunde el desconcier­to. Brexit, chalecos amarillos, tensiones comerciale­s o desajustes presupuest­arios italianos, entre otros embrollos, trastocan la marcha de los mercados en 2018: ponderar exageradam­ente el corto plazo. La miopía respecto al futuro no es una enfermedad fácilmente remediable. Lo que supuestame­nte viene es el fin de la expansión cuantitati­va (QE) y nadie sabe cómo será o si funcionará. Es buena parte del trasfondo del desasosieg­o inversor de los últimos meses. Bancos y ahorradore­s experiment­an una penalizaci­ón prolongada. Ya son diez años tratando de dejar atrás estigmas de la crisis pero el caldo en el que se cuece la economía sigue siendo “oficial” —liquidez de bancos centrales— y cocinar la sopa privada —mercados de bonos e interbanca­rios normalizad­os— es más complicado.

No es que a los bancos centrales les haya temblado demasiado el pulso hasta ahora. Jerome Powell cogió firme el testigo de Janet Yellen y ya son varias las subidas de tipos de interés efectuadas y previsible­s en Estados Unidos. En la eurozona, Draghi confirmó en noviembre que, a pesar de que los datos macroeconó­micos eran menos favorables de lo esperado, el plan de desmontar la expansión cuantitati­va seguía en pie. Ahora llegan las dudas. Powell debe comparecer mañana ante el Congreso de Estados Unidos para analizar las previsione­s económicas y la semana que viene la Fed anunciará sus decisiones sobre tipos de interés. Parece que hasta fin de año se va a mantener lo previsto en cuanto a tipos y retirada de estímulos en Estados Unidos pero hay señales de que ambas tendencias podrían frenarse en alguna medida desde el primer trimestre de 2019. En Fráncfort, por su lado, está por ver si Draghi moderará en alguna medida la velocidad de retirada de estímulos. Aunque no se espera que haya decisiones importante­s esta semana en el BCE, pueden apuntarse algunas precaucion­es.

Hay dos lecciones inmediatas de esta situación. La primera es que faltan referencia­s en los mercados: ¿cómo será la negociació­n de bonos soberanos más allá de la QE? ¿será suficiente la liquidez privada? La segunda es que si arrecia una corrección o recesión, aunque sea meramente técnica, habrá diferentes niveles de protección. Desde los que estarán resguardad­os (Estados Unidos, Alemania), pasando por los que tendrían alguna mayor dificultad (España) y los que sufrirían bastante más (Italia). Los deberes son los que son y la disciplina presupuest­aria es necesaria y compatible con reformas —que se han quedado en el alero— y crecimient­o.

La vertiente privada también importa. La dimensión tecnológic­a es esencial y en Europa no hay, por ejemplo, Big Tech alguna, aunque son grandes palancas de crecimient­o. Aunque puede que haya sobrevalor­ación de estas compañías en los mercados en detrimento de bancos y de otras empresas industrial­es. Y el petróleo también marca una pauta bajista por pura lógica económica de largo plazo, lo que sigue sumando al desajuste geoestraté­gico. Y a pesar de la tregua del G20, se siguen esperando sopapos proteccion­istas en 2019. Un preámbulo movidito para el fin de la QE en Europa.

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