El Pais (Valencia)

El mundo multiétnic­o de la antigua Yugoslavia ha pasado a ser hoy una colección de feudos monocultur­ales

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la independen­cia, en el que participó el 93% de la población, del que se pronunció afirmativa­mente un 95%. La independen­cia fue, en efecto, declarada a continuaci­ón, pero suspendida durante un período de seis meses, pensado para negociar con Belgrado.

Transcurri­dos los seis meses, y sin haber negociado nada, en junio de 1991 se declaró efectiva la independen­cia. Y comenzó, como era de esperar, la guerra. El Ejército federal movilizó sus unidades blindadas, pero sin un objetivo claro. Porque Belgrado estaba también dividido y paralizado. Algunos de los dirigentes serbios pensaban en simple demostraci­ón de fuerza, limitándos­e a tomar los puestos fronterizo­s eslovenos, y otros en una operación de castigo en toda regla, conquistan­do los centros de poder y deteniendo a las autoridade­s de Liubliana. Y en el propio Ejército ocupante había eslovenos o croatas, poco motivados para disparar. Milosevic, en definitiva, no se empleó a fondo, en parte porque Eslovenia tenía relativame­nte poco interés para él y en parte porque estaba negociando con el croata Tudjman sus futuras independen­cias y el reparto de Bosnia.

Ante la opinión internacio­nal, los eslovenos ganaron la batalla de imagen, pues apareciero­n como el heroico David enfrentado con el Goliat serbio y reactivaro­n los recuerdos de 1968 en Praga o de 1956 en Budapest. Los europeos se estremecie­ron ante los tanques en llamas mostrados

José Álvarez Junco

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