«En los viajes, nuestra cámara es la grabadora»
Asombra esta pareja formada por Núria Azanza (Barcelona, 1984) y Juanjo Montiel (Málaga, 1982). Ella perdió la vista a los 6 años y él es ciego de nacimiento. Ella, licenciada en Psicología, trabaja como telefonista en la Conselleria d’Economia y él es un cerebro de la informática. Se conocieron en el 2006 a través de un juego de rol de internet –Simauria, para más señas– y se enamoraron. Y no hay rincón en el mundo al que, junto a sus labradores Bella y Whost, no se vean capaces de ir. –EEUU, Indonesia, Tailandia, Francia... ¡Se atreven ustedes con todo!
J.M.: Núria me contagió su pasión por los viajes. El primero que hicimos solos fue a Praga, en enero del 2010. Nos llevamos a las perras y contratamos a un guía.
–Disculpen la ignorancia, pero ¿cómo disfrutan del paisaje si no ven nada?
N.A.: Si cierra los ojos y se relaja, verá que puede hacerse una composición de lugar. Los olores que flotan, los sonidos, el eco de la voz en los sitios cerrados, la rugosidad del suelo en los pies, el tacto de los volúmenes.
J.M.: En los viajes nos invade un torrente de sensaciones. Y la grabadora de audio es nuestra cámara. En Indonesia registré más de cinco gigas. Explicaciones, el arreciar de una tormenta, un amanecer... –¿La gente les echa un cable ahí afuera?
J.M.: Yo detecto más compasión cuando me muevo por mi propia ciudad que cuando viajamos.
N.A.: Fuera solemos notar admiración. –¿No hay momentos de incertidumbre?
J.M.: Claro que sí. Estando en una playa en Bali, por ejemplo, nuestra guía se quedó en la tumbona y nos fuimos al agua. Al salir nos quedamos en la orilla, en bañador, sin pasaporte ni dinero. ¿Y si la guía no nos encontraba? Son situaciones en las que te sientes más dependiente. N.A.: No queremos dar la imagen de que ser ciego es un chollo. De hecho, es una putada. Hay momentos de frustración, como ir a Egipto y no poder ver las pirámides. Pero nos han tocado unas cartas y hay que saberlas jugar para ser feliz. –Usted las juega bien. Lleva un blog de viajes muy respetado por los que ven. N.A.: El blog –www.namida.es– es una forma de visibilizar que hay muchas maneras de viajar, y que todo el mundo tiene el derecho. Desde hace años sueño con montar una agencia de viajes inclusiva. Frustra mucho cuando en la agencia te preguntan si necesitas a alguien que te ayude a vestirte. Impresiona tanto desconocimiento. J.M.: A menudo nos tratan como a menores de edad. Y solo necesitamos un guía, y que nos faciliten tocar piezas en un museo o un menú en braille. –Ahora han emprendido una nueva aventura. Serán padres. –N.A.: Estoy embarazada de 18 semanas. Es un niño y se llamará Èric. –¿Se lo pensaron mucho? J.M.: ¿Por ser ciegos? No. Sé que a veces será difícil, pero sé que vamos a hacerlo. N.A.: Yo sí que me lo pensé, pero por mi ritmo de vida. ¡No hay nada en el mundo que me guste más que viajar! Tengo claro que nos llevaremos a Èric con nosotros. –Los niños se atragantan, se escapan... J.M.: Existe un calcetín tecnológico que mide el nivel de oxígeno en sangre y si baja, pita. Existen los arneses de paseo... N.A.: Somos más prudentes, nos informamos mucho y tenemos cerca a mis padres. –¿El niño corre el riesgo de nacer ciego? N.A.: Hicimos un estudio genético previo y, según nos dijeron, como mucho existe un 25% de que mi ceguera sea hereditaria. –¿Qué mundo quieren para él? N.A.: Me gustaría que Èric tuviera la capacidad de apreciar las diversidad. J.M.: Yo quiero que esté bien de salud. Y que no deje de ser niño para convertirse en ayudante de sus padres.