Un magistrado que ocupó destacados cargos en la Guinea Ecuatorial española
Rafael Galbe Pueyo, que fue Comisario General Adjunto de Guinea Ecuatorial y presidente de su Tribunal de Justicia, falleció en Zaragoza a los 92 años. Estaba soltero y le sobreviven una hermana y varios sobrinos, entre otra familia.
Nació en 1919 en Zaragoza, en cuya Universidad estudió Derecho. Como Oficial Jurídico de Complemento fue marino durante la guerra civil a bordo del crucero Canarias que llegó a Mallorca en 1937. Allí conoció al que sería su amigo José Orlandis, sacerdote y jurista. En su libro Memorias de medio siglo en Aragón, Orlandis recuerda la ayuda que el entonces juez de Instrucción de Jaca, Rafael Galbe, le prestó el 7 de octubre de 1951 para gestionar los permisos necesarios para l l egar a l a f rontera en Candanchú, por donde iba a llegar José María Escrivá, fundador del Opus Dei.
Rafael Galbe fue juez en Cariñena y Jaca, presidió durante muchos años el Tribunal Superior de Justicia de Guinea y ter- minó su carrera profesional en 1987 como presidente de la Sala de los Contencioso Administrativo de la Audiencia Territorial de Zaragoza.
Su amigo Hipólito Gómez de las Roces destaca «su comportamiento profesional eficiente, como lo fue toda su vida» y lo recuerda como «una persona reflexiva, creyente y sobre todo servicial». Durante otra etapa en Gui- nea fue Comisario General Adjunto y en reconocimiento a su actividad recibió en 1968 la Orden de África, con la categoría de Gran Oficial.
Vivió un momento convulso cuando a principios de los sesenta se suscitó una revuelta independentista encabezada por Acacio Mañe. El entonces Gobernador, Faustino Ruiz González, quiso cortar por lo sano y dar un escarmiento al cabecilla, pero «se les fue de la mano y Acacio se quedó en el sitio», según el libro Los últimos de Guinea. El fracaso de la descolonización, Hernández. Se urdió una estrategia para hacer desaparecer la prueba: «Cuando el Gobernador recibiese el telegrama El pescado está fresco, sería señal de que Mañe habría sido arrojado al océano». Pero el escrito también llegó a conocimiento de Rafael Galbe, Presidente del Tribunal de Justicia. Montó en cólera e inmediatamente convocó al Fiscal y a los magistrados que tenían que constituir el tribunal. «Era un hombre honesto, temperamental y vehemente y de una gran rectitud moral». «Esto es un crimen y no podemos dejarlo impune», dijo. «Era necesario procesar al Gobernador como máxima autoridad responsable», según el citado libro. A consecuencia de lo cual el juez Galbe sufrió persecución.