Nicole Kidman llega a los 50
La actriz vive un momento dulce profesionalmente, arriesgando en proyectos de cine y televisión
«El tiempo es un bien muy preciado y no lo quiero malgastar». La frase es de Nicole Kidman, que hoy se planta en los 50 en un momento bastante dulce de una carrera cinematográfica que ha conocido tantos altibajos como transformaciones ha sufrido su rostro. La pronunció el año pasado en la presentación de una imagen suya en blanco y negro en la que aparecía, sin ápice de maquillaje, fotografiada por el gran Peter Lindbergh junto a otras actrices veteranas, para el calendario Pirelli.
Es posible que Nicole –«en realidad mi madre me puso Hokulani, que significa estrella celestial, algo que la gente no sabe, bueno, Keith sí, y a veces me llama así», ha dicho– se levante hoy en su casa de Nashville, donde reside habitualmente, y reciba el abrazo de su marido, el cantante de country Keith Urban, y de sus dos hijas pequeñas: Sunday Rose, de 9 años, y Faith Margaret, de 7 años, nacida mediante un vientre de alquiler.
Es posible también que la llamen por teléfono los dos hijos que adoptó cuando estuvo casada con Tom Cruise y que ya hace tiempo que hacen su propia vida. Por cierto, qué frase más inolvidable la de Kidman cuando le preguntaron en qué había cambiado su vida tras romper con Cruise. Ella contestó, muy digna: «Bueno, ahora puedo ponerme tacones cuando salgo por ahí».
Quizá hoy esta actriz que no nació en Australia como mucha gente cree, sino que fue en Honolulú, Hawái, como Barak Omana, no tenga un plan especial de celebración hasta la noche y pueda pasarse gran parte del día como a ella le gusta, con el pelo recogido con un moño y vestida de cualquier manera, con su piel nívea a resguardo del sol.
Se mirará quizá en el espejo y se dirá una vez más, arrepentida, que maldito el momento en el que, como su ex, se enganchó al bótox, poniendo rigidez a un rostro que el común de los mortales conocimos, pecosa y con rizos pelirrojos, en aquella angustiosa Calma total.
Es probable que hoy deje a un lado sus gafas de cerca y el último guion que le ha enviado su representante, y que, mientras se deja querer por los suyos, eche un poco la vista atrás y recuerde que ella no fue la más bella, la mejor pagada ni las más aplaudida de los 90, que para eso ya estaba Julia Roberts –otra que en el próximo mes de octubre cumple los 50–, pero que sigue ahí.
Si alguien pensó que sus mejores años habían quedado atrás, como aquel lejano Oscar conseguido en el 2003 por hacer de Virginia Woolf en Las horas, su reciente paso por el Festival de Cannes ha sido pletórico. Se fue de La Croisette con un premio especial por los cuatro proyectos presentados, un récord en la historia del certamen.
«Siempre he venido aquí porque me gusta cómo presentan las películas. Las grandes y las pequeñas reciben el mismo trato. Pero mi corazón está con las pequeñas, porque mi espíritu es independiente. Intento hacer películas inusuales», explicó Kidman durante el festival presidido este año por Pedro Almodóvar, con el que más de una vez ha dicho que le encantaría trabajar.
La vamos a ver en La seducción, lo nuevo de Sofia Coppola, donde da vida a una institutriz sureña durante la guerra de secesión estadounidense que acoge a un soldado herido del bando enemigo en su internado. Además, en The
killing of a sacred deer, del griego Yorgos Lanthimos, interpreta a una madre de familia que debe escoger a cuál de sus dos hijos debe matar. Además, presentó fuera de concurso How to talk
to girls at parties, de John Cameron Mitchell, donde luce un look
punk, y la segunda temporada de Top of the lake, la teleserie de una vieja amiga y aliada, la directora Jane Campion.