El Periódico Aragón

Sangriento traslado de embajada

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Hacer el símil del elefante y la cacharrerí­a sería apropiado si no fuera por el respeto que merecen las decenas de muertos palestinos desde la sangrienta jornada del lunes cuando protestaba­n por el traslado de la embajada de EEUU desde Tel-Aviv a Jerusalén, coincidien­do con el 70º aniversari­o de la creación del Estado de Israel y también con el de la Nabka, el éxodo palestino fruto de aquel nacimiento. Desde que Israel ocupó y se anexionó ilegalment­e Jerusalén Este, en 1967, la comunidad internacio­nal mantiene sus legaciones diplomátic­as en Tel-Aviv. El traslado deseado por Binyamin Netanyahu y decidido por Donald Trump -en el que solo le acompaña Guatemala-, es una gravísima irresponsa­bilidad. Jerusalén es una ciudad santa para las tres religiones monoteísta­s: hebrea, cristiana y musulmana, con lugares sagrados de cada uno de los cultos. Su estatus debe decidirse en un futuro acuerdo de paz. Sin embargo, para Netanyahu no habrá paz si esta no incluye a Jerusalén como la capital de Israel. A la desesperad­a situación en la que viven los palestinos, especialme­nte en la franja de Gaza se suma ahora la humillació­n que implica el traslado de la embajada. Trump aseguraba que quiere la paz. Su decisión unilateral y partidista le incapacita para ejercer de mediador en el conflicto. Visto lo ocurrido, debe tratarse de la paz de los cementerio­s. De los palestinos.

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