El Periódico Aragón

Italia, el euro y nuestras cuitas

La moneda única no está a salvo, y el programa Di Maio-Salvani puede generar algo más que turbulenci­as

- El artículo del día JOSEP Oliver Alonso*

Aunque hace tiempo que el auge populista forma parte de nuestro panorama político, difícilmen­te podían esperarse sus éxitos en los principale­s países europeos en el bienio 2016-2018. Primero, en junio de 2016, fue el brexit, con el resultado que todos conocemos. A continuaci­ón (marzo de 2017), las elecciones en Holanda se saldaron con la victoria del proeuropeo aunque ello no impidió el hundimient­o socialdemó­crata y el auge de los ultraderec­histas de Posteriorm­ente, el triunfo de

en Francia tuvo un sabor agridulce: su ascenso se contrapuso al espectacul­ar avance del Frente Nacional de

con cerca del 40% del electorado.

No repuestos todavía del susto, la excepción alemana desapareci­ó en octubre: por vez primera desde la segunda guerra mundial, un partido xenófobo y antieuro, Alternativ­a por Alemania, conseguía más del

12% del voto y una amplia representa­ción parlamenta­ria. Finalmente, llegó el turno a Italia. Ahí, el pasado marzo, las elecciones las ganó el Movimiento 5 Estrellas de superando el 32% de los votos, mientras la ultraderec­hista Liga Norte de

sumaba otro 18%: más del 50% del electorado contrario, o nada favorable, al actual estado de cosas.

Ahora, tras varias semanas de imposible formación de gobierno, ambas formacione­s han decidido sumar fuerzas y constituir­lo. Y ahí emergen los miedos. Porque las dos se han distinguid­o por una radical oposición a Bruselas. Dejando de lado la posición antiinmigr­ación de la Liga, los ejemplos de unos programas manifiesta­mente contrarios a las políticas liberales de la Unión Europea son muchos, y abarcan un amplio espectro de temas.

Primero, echar para atrás la dura reforma del 2012 en pensiones, una reforma en línea con la española. Segundo, favorecer presupuest­os expansivos para reforzar el crecimient­o, con lo que ello implicaría de desbordami­ento del déficit y de la deuda pública. Tercero, nacionaliz­ar la banca problemáti­ca, de forma que la crisis de su sistema financiero (créditos incobrable­s por valor de 300.000 millones de euros, un 20% de su producto interior bruto) se resolvería con dinero público y no a costa de los bonos júnior (el equivalent­e a las preferente­s españolas); un esquema de rescate totalmente en las antípodas de los acuerdos de liquidació­n de bancos insolvente­s acordados por la Unión Bancaria, del que la del Banco Popular ha sido ejemplo. Cuarto, redefinici­ón de la posición de Italia en la UE y referéndum sobre el euro, aunque ahí las diferencia­s entre Salvini y Di Maio son algo mayores y últimament­e han dulcificad­o su posición. Quinto, oposición a los acuerdos comerciale­s de la UE con terceros países y demanda de mayor proteccion­ismo para el agro italiano. Por último, contrarios a la política de sanciones a Rusia, con lo que implica de reconsi- deración de su situación en la OTAN. Es la primera vez que un gobierno con un programa parecido tomaría el mando en uno de los grandes países de la UE. Por ello, entenderán por qué el solo anuncio de la apertura de negociacio­nes entre Di Maio y Salvini ha supuesto un shock en toda Europa.

Aunque hasta ahora la prima de riesgo italiana ha contenido su aumento, habrá que ver el programa de la coalición para evaluar sus efectos sobre la eurozona. Que pueden ser muchos, y ninguno de ellos positivo: si renace la desconfian­za sobre la moneda única, recuerden lo que pasó en el aciago verano del 2011. Entonces,

nos echó a los pies de los caballos y el peligro del contagio italiano fue la chispa que incendió la reseca pradera española. Hoy, a pesar que hemos puesto la casa en orden y del fuerte crecimient­o actual, somos todavía un país muy endeudado, de hecho más que en el 2007. Tanto en el interior como, muy particular­mente, con el exterior, algo que tienden a olvidar nuestros gobernante­s: la abultada deuda con el resto del mundo refleja la gran fragilidad del andamiaje de nuestra economía. Solo se sostiene si no hay desconfian­za sobre nuestro futuro. Pero, ay, ¿qué hará Italia?

Eleuro no está a salvo, y los problemas italianos nos lo recuerdan. Porque, a pesar de los cortafuego­s creados en la crisis, los mecanismos de salvamento son insuficien­tes, Berlín se opone a nuevas transferen­cias y las propuestas de reforma de Macron parecen que quedarán en eso, en propuestas. Por todo ello, la próxima crisis podría poner la divisa común de nuevo en peligro. No sabemos si la acabará provocando Italia. Pero el programa de la pareja Di Maio-Salvani, si es que acaban formando gobierno, podría generar algo más que turbulenci­as.H

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