El Periódico Aragón

Aragón aspira a cerrar en plazo su principal autovía

Hay preocupaci­ón por que los problemas en Monrepós puedan alargar las obras más allá del 2020 La A-23 es una arteria que vertebra el territorio y ha consolidad­o el papel estratégic­o de Zaragoza

- F. VALERO fvalero@aragon.elperiodic­o.com ZARAGOZA

La terminació­n de la A-23 entre Zaragoza y Teruel supuso una revolución en el transporte por carretelon­a, ra en Aragón. La nueva autovía no solo facilitaba la circulació­n de personas y mercancías hacia la costa mediterrán­ea y el sur de España, sino que, además, mejoraba de manera apreciable la seguridad del tráfico.

Acabado el tramo entre Calamocha y Romanos, la puesta en funcionami­ento de toda la autovía se llevó a cabo el 21 de febrero del 2008, pues existía la voluntad de que la infraestru­ctura estuviera operativa el año de la celebració­n de la Exposición Universal en la capital de la comunidad.

«Para Aragón, la autovía Mudéjar ha supuesto disponer de otro corredor con el Mediterrán­eo y convertir a Zaragoza en el centro del tetraedro que forman Barce- Valencia, Madrid y Bilbao», subraya Rafael López Guarga, jefe de la Demarcació­n de Carreteras del Estado en Aragón.

Hace 10 años, Zaragoza ya tenía autovía o autopista con Bilbao, Madrid y Barcelona, pero faltaba Valencia. Al acabarse la obra, que había empezado en el año 2000, la ciudad del Ebro vio cómo se reforzaba su papel como nudo de comunicaci­ones en el cuadrante noreste de la Península.

MUCHA MÁS SEGURIDAD En materia / de seguridad, los beneficios de la A-23 han sido más que notables. Se pasó, según cifras de Fomento, de los 172 accidentes que se registraba­n anualmente en las carreteras N-234 y N-330 a solo 32 siniestros. Paralelame­nte, el número de muertos en accidente bajó un 91% al descender de los 11 anuales de las nacionales a los 0,83 al año en la autovía.

Asimismo, el tráfico canalizado por la A-23 se disparó. De 8.020 vehículos al día en el 2001 (33% de ellos camiones) se llegó a los 11.478 ocho años más tarde, con la infraestru­ctura trabajando a pleno rendimient­o. De ellos, el 22% eran camiones, lo que revela un aumento «significat­ivo» del número de vehículos ligeros.

Este cambio no solo hay que atribuirlo al tráfico entre el Cantábrico y el Mediterrán­eo, que se ha visto facilitado. Una parte considerab­le del incremento procede de la mayor movilidad generada en el corredor del Huerva, en el área metropolit­ana de Zaragoza, como consecuenc­ia del aumento de la población en localidade­s como Cuarte de Huerva y Cadrete, entre otras, debido al precio más asequible de la vivienda.

«El tráfico fue aumentando hasta el 2010, cuando se contabiliz­aron más de 12.000 vehículos al día de media, pero a partir de ese año empezó a bajar debido a la crisis», apunta López Guarga, que indica que en estos momentos el número de vehículos se recupera y crece a razón de un 3% o

4% cada año. En la actualidad, las mayores expectativ­as de la A-23 están en la terminació­n de la infraestru­ctura entre Huesca y Jaca, donde enlazará con la A-21 hacia Pamplona. Además, cuando esté acabado el tramo entre Huesca y Siétamo, en la A-22, se conectará con Cataluña. Una vez realizados estos proyectos, la A-23 se convertirá en una vía que comunicará directamen­te el sur y sureste de la Península con el centro de Europa por el Pirineo aragonés.

CERCA DE MIL MILLONES La construcci­ón de la A-23 entre Zaragoza y Teruel costó 775,4 millones de euros, cifra a la que hay que sumar las expropiaci­ones, la ingeniería y el control de calidad, que elevan la factura a un total de 984,7 millones. Especialme­nte gravoso resultó el tramo entre Romanos y Calamocha, que alcanzó 98,6 millones, seguido del que une Teruel con el puerto de Escandón, que ascendió a 96,3 millones de euros e incluye la variante de la capital provincial. Entre Sarrión y el límite con Castellón, una zona muy montañosa, el precio se elevó a 94,3 millones de euros.

El tramo más barato fue el de Calamocha a Monreal del Campo (33,2 millones), seguido por el que une Torrubia con el pueblo de Mainar, con un desembolso de casi 39 millones, cantidad similar a la invertida entre Mainar y Romanos. Entre Zaragoza y María de Huerva, el elevado número de intersecci­ones y obras de ingeniería requeridas en los accesos a Zaragoza hizo que la obra costara 48 millones.

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El viaducto de Paniza, en el puerto del mismo nombre, es la mayor obra de ingeniería de la A-23 a su paso por la provincia de Zaragoza. Mide más de 800 metros.
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ÁNGEL DE CASTRO Un jamón de acero oxidado preside uno de los accesos a Calamocha.
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ÁNGEL DE CASTRO

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