Mejorar la señalización
Los hermanos Ignacio y Luis, que regentan Bodegas Ignacio Marín, en Cariñena, vivieron en directo el súbito declive de la N-330, donde tienen su establecimiento. «Claro que se ha notado la A-23», destacan. «Se ha pasado de todo a nada», resumen.
Hasta hace 10 años, la nacional bullía de actividad y eso se notaba en los negocios abiertos al pie de la carretera, que tenían más clientes.
El ejemplo más claro de la pérdida de tráfico de la general fue el restaurante El Balcón, situado en la subida del puerto de Paniza, un local con excelentes vistas sobre el valle de Encinacorba y que, hasta que se abrió la Mudéjar, trabajaba sin parar. Ahora sigue donde estaba pero apenas pasan vehículos.
«Hubo que cerrarlo porque no había movimiento», reconocen los Marín, que son los propietarios del edificio.
En su opinión, es necesario «mejorar la señalización» que indica las salidas hacia Cariñena desde la A-23. «Lo cierto es que estamos tan cerca de la autovía que no se pierde mucho tiempo si se pasa por la travesía», apuntan.
De hecho, gran parte de su clientela sigue desviándose para comprarles vino, muchos de ellos extranjeros que van o vuelven de las playas de Levante. E incluso ganan nuevos compradores.