El Periódico Aragón

País seguro... pero no tanto

Trasobares

- JOSÉ LUIS

Las Españas son, en general, un país seguro, con bajos índices de delincuenc­ia y la posibilida­d de ir y venir, de día y de noche, en una atmósfera de seguridad y buen rollo. El fenómeno sorprende y maravilla a quienes llegan aquí desde otros lugares del mundo (no del resto de la Europa Occidental, claro, que es un ámbito igualmente controlado y tranquilo). Sin embargo, la ruptura de ciertos miedos y tabúes, la emergencia de fenómenos locales inquietant­es o el propio foco de los medios informativ­os muestra una realidad no tan positiva. Hay violacione­s grupales (en las noches de cualquier ciudad o en la fiesta de cualquier pueblo), criminal violencia machista, arreglos de cuentas entre bandas internacio­nales (sobre todo en la Costa del Sol y otras costas mediterrán­eas), narcocomar­cas (véase el Campo de Gibraltar y Algeciras)... Así, las estadístic­as (basadas en denuncias y actuacione­s de la Policía y los Juzgados) dan saltos cualitativ­os y cuantitati­vos. Conforme la gente se atreve a dar parte y afrontar las consecuenc­ias, se percibe un panorama más crudo y menos halagüeño.

El problema plantea varias incógnitas. Hemos presenciad­o clamorosas chapuzas (como el desastroso operativo llevado a cabo bajo mando del ministro del Interior y su staff en el 1-O catalán), que advierten de la alarmante ineficacia de quienes garantizan la seguridad ciudadana. Por otro lado, la corrupción urbanístic­a, moneda corriente en el litoral (sobre todo en el Levante y Andalucía), ha sido todo un imán para organizaci­ones criminales del Sur y el Este de Europa. Las playas gaditanas y las rías gallegas se van convirtien­do en una especia de México europeo, el mejor lugar para la entrada de hachís marroquí y cocaína americana. Y hay algo más: el modelo social poscrisis, el que nos están imponiendo, restringe la movilidad social y al tercio más empobrecid­o de la población no le ofrece otra salida que la delincuenc­ia convertida en gran negocio diversific­ado, o sea lo que solemos denominar mafia.

Esto va más allá de los efectismos mediáticos. Es una amenaza.

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