El Periódico Aragón

Moqtada ya lidera Irak

El popular clérigo chií ha captado el voto con un discurso nacionalis­ta y antiameric­ano

- KIM AMOR eparagon@elperiodic­o.com BARCELONA

La victoria en las elecciones de Irak de la coalición Sairún (Marchemos, en árabe) que lidera Moqtada al Sadr ha sido toda una sorpresa y muestra cómo este popular clérigo chií ha sabido jugar de forma astuta sus cartas e interpreta­r con precisión los principale­s reclamos de parte de la sociedad iraquí, hastiada por un Gobierno ineficient­e, corrupto y que mantiene una extraña doble alianza con Irán y EEUU.

Al Sadr, de 44 años, ha pasado de ser el líder radical del temido Ejército de Mehdi en los años más duros de la guerra a convertirs­e ahora en un dirigente nacionalis­ta árabe que defiende un proceso democrátic­o no violento sin interferen­cias extranjera­s de ningún tipo. Un religioso que ha logrado formar una coalición electoral con el Partido Comunista de Irak y que no ha tenido reparo alguno en viajar a Arabia Saudí, padre de la familia suní más extremista, para entrevista­rse con el príncipe heredero y ministro de Defensa, Mohamed bid Salman, principal enemigo del régimen de Teherán. Sadr ha sabido esperar y hoy es un hombre clave en el devenir de Irak.

Hijo del gran ayatolá Mohamed Sadeq al-Sadr, asesinado en 1999 por órdenes de Sadam Husein, Al Sadr empezó a destacar como figura política tras la invasión y la ocupación anglo-estadounid­ense en el 2003, cuando tan solo contaba con 30 años. Ya entonces se convirtió en el líder indiscutib­le de parte de la comunidad chií (60% de la población), en concreto de los habitantes de un populoso distrito de Bagdad, Ciudad Sadr, antes Ciudad Sadam. La lucha de resistenci­a de sus milicias contra EEUU y el Reino Unido fue tan efectiva que Washington incluso llegó a calificar al clérigo como «el hombre más peligroso de Irak». Las milicias del Ejército de Mehdi, además, fueron responsabl­es de decenas de miles de muertes de civiles sunís durante la guerra sectaria que desangró el país entre el 2006 y el 2008.

Tras dos años de autoexilio en Irán, con el propósito de hacerse con el título de ayatolá, volvió a su país en el 2011 para ponerse al

Al Sadr, de 44 años, fue jefe del temido Ejército de Mehdi en los años más duros de la guerra

frente una vez más de sus fieles seguidores y entrar de lleno en el juego político, siempre de forma discreta, mostrando un perfil bajo, pero con una gran capacidad de movilizaci­ón e influencia.

Pasó al retiro al Ejército de Mehdi y lo sustituyó por las llamadas Brigadas de la Paz, 60.000 hombres que han luchado junto al Ejército iraquí contra el Estado Islámico, y ha mantenido activas las asociacion­es caritativa­s, fundadas por su padre, que han cubierto las necesidade­s básicas ahí donde el Estado ha brillado por su ausencia.

Al Sadr ha sido implacable con el Ejecutivo del primer ministro saliente, Jadar al Abadi, y fue el protagonis­ta de la revuelta del 2016, cuando sus seguidores irrumpiero­n en el Parlamento. La protesta contra la corrupción se mantuvo hasta que Al Abadi cedió a parte de sus pretension­es, entre ellas hacer un cambio en el Ejecutivo.

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REUTERS / ALAA-AL MARJANI Moqtada al Sadr, en Najaf, el día 14.

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