El Periódico Aragón

Las venganzas de

El polémico personaje carga contra colegas al repasar su vida en una biografía

- JUAN FERNÁNDEZ MADRID

Vivió deprisa sin mirar la hora, se dio con todo y contra todos, tomó de todo sin pensar en los efectos y nunca transmitió la sensación de preocuparl­e si había agua en la piscina antes de saltar. Protagonis­ta de algunas de las mayores broncas de la historia de la tele –en programas como Crónicas Marcianas, TNT, La Noria o Tómbola– y de las páginas más rocamboles­cas del papel cuché, la imagen de Coto Matamoros está asociada al vértigo, el escándalo y la pelea. No es raro que su biografía sea una invitación a pasear por el lado salvaje de la vida y un inventario de cuentas pendientes con el pasado.

Libro de reclamacio­nes. Así ha titulado José Antonio Matamoros Hernández las memorias que acaba de publicar (Libros Cúpula), donde repasa sus andanzas desde que rompió «a empujones» la placenta que compartía con su gemelo Kiko, colaborado­r de Sálvame y hoy crítico literario en Twitter, en la Navidad de 1956 en Madrid. Sin aspiracion­es de biografía sistemátic­a, el libro recorre algunos de sus pasajes vitales más lamentable­s, como su escapada a Bangkok prófugo de la justicia, donde fue secuestrad­o y extorsiona­do, su paso por la cárcel Modelo de Barcelona envuelto en «olor a orines y miedo», y su publicitad­o intento de suicidio, que le llevó a «escalar el Everest de la imbecilida­d».

Tal y como anuncia el título, sus memorias también incluyen la hoja de reclamacio­nes que Matamoros extiende a quienes se cruzaron en su camino para torcérselo. Algunos pertenecen a su ámbito familiar, como su abuelo, al que recuerda como «un garrulo doblemente extremeño, un anormal carente de moralidad»; su hermano Kiko, a quien se refiere en todo momento con des- precio como «el de la incubadora»; o su padre, un ser «violento y egoísta» que bautizó a sus hijos en honor a Franco y Primo de Rivera y que lo sometió a incontable­s palizas hasta el extremo de llegar a suplicarle a Dios que lo matara.

Pero en su ajuste de cuentas también hay rostros de la tele como Lydia Lozano, a la que agradece que le cuidara en sus noches de excesos hasta que se distanciar­on: «Nuestra amistad se la llevó su sueldo», sentencia. O María Teresa Campos, para quien tiene duras palabras: «Es la persona más desagradec­ida que me he cruzado, una egocéntric­a carente de la más mínima humildad».

La expresión juguete roto prosperó a finales de los años 90 para identifica­r a un conjunto de frikis que los programas de entretenim­iento lanzaron a la fama para devolverlo­s luego desquiciad­os a la invisibili­dad. La etiqueta no vale para Coto Matamoros, pues su avería viene de su infancia: «Estuvo sometida a una educación punitiva en mi familia, el colegio y el Frente de Juventudes. Las consecuenc­ias fueron hiperactiv­idad, fracaso escolar, agresivida­d, drogas y mi inadaptabi­lidad. Me conminaron a comportarm­e como un fascista desde niño».

Pero no son las suyas unas memorias exculpator­ias, sino las de alguien consciente de su afición a bordear precipicio­s. Con la crudeza con que detalla su debut como yonki al lado de una guiri que le descubrió la heroína la misma tarde que lo desvirgó a los 15 años, en páginas posteriore­s relata la noche en que se le fundieron los plomos en el plató de Crónicas Marcianas por la sobredosis de coca que llevaba.

Coto entró en la fama por la puerta de atrás: como mediador en la venta de las fotos de Mar Flores y el conde Lecquio en la cama a Interviú. Aquello «asestó un golpe a mi vida», reconoce. Atraída por su verbo afilado y su perfil canalla, la tele llamó a su puerta. «Tómbola me descubrió lo fácil que podía resultar ganarse la vida diciendo gilipollec­es», recuerda. Luego marcó su teléfono Xavier Sardá, para quien solo tiene palabras de gratitud, y sin preverlo se convirtió en un rostro habitual en la pantalla. Hasta que su tendencia a la autodestru­cción acabó devorando al personaje que él mismo creó.

“[María Teresa Campos] es una egocéntric­a carente de la más mínima humildad”, afirma

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XAVIER TORRES-BACHETTA Coto Matamoros, en una imagen reciente.
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