El Periódico Aragón

Españoles y ‘mucho’ españoles

Albert Rivera tiene muy claro a quien va a servir, a aquellos que le han puesto ahí para defender sus privilegio­s

- Tercera página JUAN MANUEL Aragüés Estragués*

Eso es lo que, en un alarde de agudeza visual, declara ver Ni altos ni bajos, ni viejos ni jóvenes, ni hombres ni mujeres… solo españoles. Aferrado a una retórica nacionalis­ta radical, y que empieza a adquirir perfiles realmente inquietant­es, el Rivera que firmaba un acuerdo de legislatur­a no hace mucho con el PSOE de

ha decidido pasar por la derecha al PP, a la vista de los buenos resultados que este patriotism­o de medio pelo parece otorgarle en la encuestas.

Digo que parece porque es difícil encontrar un ejemplo de ingeniería electoral más decidido que el que los poderes fácticos, esos mismos que desencaden­aron la crisis, los mismos que han estado en dulce luna de miel con el PP durante años y años, haciéndose favores mutuos que ahora, vía tribunales, salen a la luz, han llevado a cabo con la creación y promoción de Ciudadanos. Llevamos meses y meses con encuestas que nos indican qué es lo que tenemos que votar, que nos hacen ver, sondeo sí, sondeo también, que hay un recambio seguro para el Gobierno de España. Ya hace mucho tiempo que la sociología crítica, de la mano de autores como desenmasca­raba las encuestas como un instrument­o de construcci­ón de opinión, no de sondeo de la misma. Veremos si, al final, con tanta insistenci­a, quienes manejan el cotarro consiguen lo que desean, que Ciudadanos se convierta en el recambio de un PP en vías de desmantela­miento por la corrupción que le asola.

Y para conseguir eso, lo mejor es decir banalidade­s y exacerbar los instintos. el semiólogo francés, al que por cierto han convertido en protagonis­ta de una divertida novela titulada La séptima función del lenguaje, por la que desfilan todos los iconos filosófico­s de Francia, ya decía que la burguesía, léase los poderosos, es la clase que se esconde, que dice que no existe, y que se cobija para ello en conceptos como el de nación. ¡Los españoles! Cómo si eso quisiera decir algo, como si se pudiera hacer una política para «los españoles», como si existieran los intereses de «los españoles». Porque tan españoles son el maltratado­r, la corrupta, el evasor fiscal (estos, además, suelen lucir pulseritas rojigualda­s), como los que trabajan honestamen­te; tan españoles son los que cobran salarios de 500 euros como los grandes magnates de los que Rivera es portavoz; tan españoles son los pensionist­as a los que las política neoliberal­es que encarna el señor Rivera pretenden birlar las pensiones, como quienes se frotan las manos pensando en el negocio de los fondos de pensiones que las políticas de Ciudadanos van a incentivar; tan español es el agricultor de Monegros que reclama agua para sus tierras como el empresario murciano que exige, con el apoyo de Rivera, trasva- ses de agua.

La primera vez que vi a Ciudadanos celebrar un buen resultado electoral en Cataluña tuve la impresión de ver a un grupo de hijos de papá de la burguesía catalana celebrando una victoria de España en la copa de Davis. Y, con el paso del tiempo, esa impresión se ha acentuado. Seguro que veremos en el mundial que se avecina a Rivera con la camiseta roja celebrando los goles de la selección, henchido de orgullo patrio. Pero la política no es el deporte. Y por mucho que el 90% de la población, o más, nos podamos sentir identifica­dos con la selección, al día siguiente del partido, cada español, cada española, regresa a su lugar, unos a levantarse de madrugada por hacer, en ocasiones, un par de jornadas laborales para llegar a fin de mes, otros a manejar los hilos para que con dos sueldos sea difícil llegar a final de mes.

La retórica joseantoni­ana de Rivera pretende ocultar que, como decía en su

hay españoles y españoles. Y que él tiene muy claro a qué españoles va a servir: a aquellos que le han puesto ahí para defender sus privilegio­s económicos, su posición de poder. Porque ya sabemos dónde suelen acabar las apelacione­s al patriotism­o en este país: en cualquier paraíso fiscal.

Es difícil encontrar un ejercicio de ingeniería electoral más decidido que el de Ciudadanos

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