La casa de la discordia
Irene Montero y Pablo Iglesias han puesto sus cargos de diputados, secretario general y portavoz en el Congreso en manos de las bases de Podemos por la polémica desatada tras la compra de una casa de lujo. Las bases de los partidos son muy comprensivas con sus líderes. Es de suponer que las bases les darán permiso para seguir adelante en sus cargos porque para eso son los líderes del partido y porque todo el mundo tiene derecho a comprarse la casa que quiera y pueda pagarse. En este caso concreto, sin embargo, es notable la contradicción entre lo que se predica y lo que se hace.
Haber criticado en el pasado a un ministro por comprar una casa de lujo y hacer ahora lo mismo es una contradicción flagrante. De haber sabido lo que sucedería habría sido más conveniente pedir permiso a las bases antes de comprarse la casa. Claro que en este caso es muy posible que las bases les hubieran recomendado que disimulasen mejor, que no hiciesen ostentación de capacidad económica, que predicar y no dar trigo no es propio de líderes de un partido de izquierdas o de trabajadores. Pocas razones necesitan los medios de comunicación conservadores para arremeter contra políticos progresistas para que además se les regalen argumentos con los que atacar.
A la hora de criticar hay que tener cuidado con no pecar de lo mismo, de lo contrario es caer en su misma trampa.