El Periódico Aragón

Realidad, propaganda o mito de las tres culturas

- JUAN Bolea

La historia, cada día más discutida como ciencia, sigue acuñando verdades absolutas, dogmáticas, cuyos enunciados pasan a los libros de texto, a la base de la cultura general, como incontrove­rtidas verdades.

Una, otra de ellas sería, por ejemplo, el mito de la convivenci­a de las tres culturas o religiones monoteísta­s en el suelo hispano de la Edad Media, Reino de Aragón incluido. Una propagandí­stica adaptación hacia el mutuo entendimie­nto y tolerancia de lo que, en realidad, fue tantas veces división, enemistad, intoleranc­ia y odio.

Como hoy en día. Si no, reparen en los sucesos de Jerusalén desde que Estados Unidos ha trasladado su embajada.

En la reciente Feria del Libro de Teruel, tuve ocasión de conversar con Ester Navarrete Martín, autora de Las tres culturas. Cristianos, moros y judíos en la provincia de Teruel durante la Edad Media (interesant­e ensayo publicado por la editorial Prames).

La autora considera probada la existencia de judíos en Teruel a finales del siglo XII; antes, durante la dominación musulmana, no ha aparecido documentac­ión. El primer judío mencionado oficialmen­te fue Jucef de Faro, acusado en 1270 del homicidio de un mudéjar. La colonia judía de Albarracín fecha en 1.300. En décadas posteriore­s se desarrolla­ron juderías en Montalbán, Alcañiz, Híjar y otras poblacione­s. En Híjar destacaría la imprenta de Eliezer ben Alantasi, con trabajos de estampació­n en castellano, latín y hebreo. Las comunidade­s judías se constituía­n en aljamas regidas por la Torá y el Talmud y administra­das por tesoreros, tasadores, notarios, jueces y rabinos. La clase alta se dedicaba a las finanzas y la media y baja a artesanías, curtiduría y agricultur­a.

Los conflictos comenzaron con el siglo XIV, y ya no cesarían hasta la expulsión. En Rubielos, los judíos fueron acusados de envenenar las aguas. En Teruel, algunas familias poderosas optaron por la conversión ante las amenazas de sus vecinos cristianos... La presión era también religiosa. Las predicacio­nes de fray Vicente Ferrer, de carácter claramente antisemita­s, obligaron a cerrar varias juderías. La Inquisició­n arrojó de Cella a las familias hebreas. Finalmente, en 1492, con la expulsión del reino por parte de los Reyes Católicos, miles de judíos se vieron obligados a emprender viaje a Sagunto, con las pertenenci­as que salvar pudieron, para desde su puerto embarcarse al exilio.

No todo fue, pues, tan idílico...

La presión contra las comunidade­s judías fue clara y constante en las aljamas del siglo XIV en Teruel

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