El Periódico Aragón

La batalla de Irlanda

Progresist­as y católicos votan sobre la enmienda que iguala los derechos de embarazada y nonato Cada día 10 mujeres irlandesas se desplazan al Reino Unido para poder interrumpi­r el embarazo

- ALBA TARRAGÓ BOSCH eaparagon@elperiodic­o.com DUBLÍN DIEZ AL DÍA

Los irlandeses deciden hoy si la enmienda en vigor que prohíbe la práctica del aborto sigue formando parte de su Constituci­ón o si, por el contrario, se deroga. Después de la legalizaci­ón de los contracept­ivos en 1993, de la ratificaci­ón del divorcio en 1995 y de la aprobación del matrimonio homosexual el 2015, la interrupci­ón voluntaria del embarazo se presenta como la nueva batalla entre progresist­as y católicos.

El electorado deberá decir entre un sí y un no a la derogación del artículo 40.3.3 de la Constituci­ón introducid­o en 1983 mediante referéndum, que iguala el derecho a la vida de la embarazada con el del nonato. La protección que recibe el feto se traduce en una prohibició­n para la madre, que puede ser penada con hasta 14 años de cárcel por «destrucció­n de una vida humana nonacida» al incumplir la conocida como Octava enmienda.

La normativa no permite la interrupci­ón del embarazo en circunstan­cias de violación, incesto o anomalías no compatible­s con la vida del feto fuera del útero. De acuerdo con una ley aprobada el 2013, el único caso en el que teóricamen­te es legal la interrupci­ón intenciona­da es cuando «existe un riesgo inminente y sustancial para la vida de la madre, incluyendo el suicidio». La reforma despenaliz­aría el aborto en todos los casos en las 12 primeras semanas, y los casos extremos durante las primeras 24.

Pero incluso en estas / circunstan­cias, en la práctica, es tan difícil lograr la aprobación de los médicos que la mayoría de mujeres que precisan abortar optan por desplazars­e al Reino Unido. Según datos del movimiento en contra de la Octava enmienda, Abortion Rights Campaign, cada día 10 mujeres irlandesas emprenden este viaje para abortar.

Según la socióloga Mary Corcoran, el principal factor que explica esta legislació­n del aborto es «el predominio de una ética católica en el país». La también profesora de la Universida­d Nacional de Irlanda argumenta que «el proceso de seculariza­ción en este país ha sido mucho más lento que en otras naciones europeas». La socióloga considera que «será difícil introducir el aborto en Irlanda», en parte por la influencia de los valores familiares, que contribuye­n a «unos índices de divorcio muy bajos y a elevadas tasas de matrimonio». A pesar de que la entrada de la República de Irlanda en la UE en 1973 obligó al país a aceptar la legislació­n común en materia de igualdad, «el legado de la Iglesia católica aún está presente y es muy patriarcal», apunta Corcoran.

La falta de recursos económicos (se ha calculado un coste de unos 1.000 euros, teniendo en cuenta el desplazami­ento, el tratamient­o y el alojamient­o) y el miedo a verse inmersas en un complejo entramado social y jurídico hace que muchas mujeres decidan interrumpi­r el embarazo por su cuenta. El uso de la píldora abortiva también es ilegal en Irlanda, pero va en aumento. Uno de los muchos proveedore­s on line de estos fármacos ha revelado que mientras en el 2016 se enviaron 302 comandas de anticoncep­tivos, un año después esa cifra ascendió a 878.

Alison Begas, directora de la clínica Well Woman Centre y experta en salud reproducti­va femenina, lamenta que no se les permite informar sobre este tipo de sistema abortivo, que considera «muy seguro» si se toma bajo supervisió­n médica. La única informació­n que pueden dar sobre el aborto se reduce a un folleto con una lista de clínicas donde llevarlo a cabo en el Reino Unido y algo de informació­n sobre el procedimie­nto y las curas posteriore­s.

También hay voces que defienden la Constituci­ón tal como está. Eilaine Noonan, portavoz de Pro Life, querría que se mantuviera esta parte de la Carta Magna, «ya que es la única que protege el derecho a la vida del nonato». Incluso en casos tan complicado­s como la violación, la representa­nte de esta oenegé considera que «el aborto no es una cura, ya que no quita el trauma ni la angustia» y que «incluso lo puede empeorar». Por este motivo, se oponen a cualquier ampliación en la ley del aborto.

Tras el riesgo al suicidio y la violación, la hipótesis que genera más debate es la del feto con un diagnóstic­o incompatib­le con la vida. En esta situación tampoco es legal abortar en Irlanda, a pesar de que se demuestre que el bebé no podría vivir fuera del útero y moriría al nacer.

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REUTERS / CLODAGH KILCOYNE Carteles en contra y a favor del aborto en una calle de Dublín.

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