El Periódico Aragón

Muchas presiones, pocas ayudas

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Amy Ledwidge es lo que actualment­e se considera una madre joven. Se quedó embarazada sin que entrara en sus planes a los 22 años y acabó dando a luz a su hijo, Logan. «Te dicen que no puedes abortar, pero tampoco te están protegiend­o. No tienes opción, estás sola», afirma. Ella ni siquiera pudo plantearse interrumpi­r la gestación en el extranjero debido a la gran presión sometida por parte de su pareja y de su familia.

Durante los tres primeros años de vida de Logan, que ahora acaba de cumplir cuatro, Amy no pudo trabajar porque su sueldo no le permitía pagar una guardería ni tampoco podía dejarlo a cargo de su familia, de la cual no recibió ningún tipo de apoyo. Las circunstan­cias la abocaron a una depresión posparto de la cual se ha recuperado recienteme­nte.

Después de que el padre de su hijo la dejara, solicitó una ayuda de manutenció­n para el pequeño ante un tribunal familiar. El juez le denegó la petición por el simple hecho de que ella entonces ya tenía trabajo, mientras que su ex estaba desemplead­o, de manera que quedaba exento de cualquier responsabi­lidad económica o de cuidado.

Como apunta Ailbhe Smyth, la codirector­a de Together for Yes, la campaña nacional de la sociedad civil que lucha por la ley del aborto, la norma «tiene un mayor impacto en la gente más vulnerable, como las mujeres con pocos recursos». Además, subraya que «las ayudas del Estado para padres solteros o familias monoparent­ales son muy escasas». Como consecuenc­ia, actualment­e «hay unos 3.000 niños que vi- ven en alojamient­os de emergencia en Irlanda, donde permanecer hasta tres años».

Ante la inminente celebració­n del referéndum, cada más mujeres han decidido romper el silencio en el cual han vivido por miedo al rechazo social. Nicola O’Leary, una publicista nacida en Kinsale, una ciudad al sur de Cork, mantuvo varios años en secreto un embarazo indeseado que decidió interrumpi­r al poco de cumplir los 22.

El sentimient­o de culpa era tan grande que no fue capaz ni de hablarlo con su madre, a la que estaba muy unida. «Sentía remordimie­ntos, que era inferior a los demás o que iría al infierno, pero fue la decisión correcta». «De lo único que me arrepiento es de haber sentido miedo y culpa», aclara hoy día la publicista, de 37 años.

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