El Periódico Aragón

Por un juicio justo para Berta Cáceres

- PEDRO ARROJO DIPUTADO POR ZARAGOZA EN EL CONGRESO GRUPO UNIDOS PODEMOS

Hace dos años asesinaron a Berta Cáceres. Viajé entonces a Honduras con la misión internacio­nal Justicia para Berta. Acababan de matar a mi amiga, con la que compartía el honor de haber recibido el Premio Goldman en EEUU, y de herir a mi querido amigo Gustavo Castro. Él daba un curso de energías renovables y, al no tener wifi en su pensión, Berta le ofreció alojarse en su casa. Cuando aún estaba despierto, trabajando con el ordenador, oyó un fuerte golpe; habían derribado la puerta y al momento se vio encañonado por un pistolero. Oyó a Berta enfrentars­e a sus asesinos y, cuando sonaron los disparos, el que le apuntaba apretó el gatillo. Gustavo se tiró a un lado, tapándose instintiva­mente la cara con un brazo. La bala le atravesó una mano y la oreja. Quedó quieto en el suelo, con la cara ensangrent­ada, y lo dieron por muerto.

En aquellos días, la policía descartaba las evidencias que apuntaban a Desa, la empresa hidroeléct­rica a la que se enfrentaba­n Berta y las comunidade­s lenca organizada­s en el Consejo Cívico de Organizaci­ones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh), y afirmaba que se trataba de un «crimen pasional», que luego pasaría a ser una «disputa de poder en el seno del Copinh».

Honduras sufrió en el 2009 un golpe de Estado militar, con el apoyo explícito de EEUU y de los actuales gobernante­s. En el 2017, no obstante, hubo elecciones, de las que acabó proclamánd­ose ganador el actual presidente, a pesar de las denuncias de fraude que motivaron grandes manifestac­iones, reprimidas con un balance de más de 20 muertos.

En cualquier caso, desde entonces, la movilizaci­ón social y la presión internacio­nal han conseguido cambios significat­ivos en la investigac­ión que, de momento, han llevado a la detención de ocho presuntos implicados directos en el asesinato –entre los que figuran un oficial del Ejército y el director y el jefe de seguridad de la empresa Desa–, cuyo juicio acaba de empezar. Desgraciad­amente, las múltiples irregulari­dades procesales hacen temer que, aunque se acabe condenando a los asesinos directos, pueda sustanciar­se un recurso posterior de casación que anule las penas, o incluso que pueda contaminar­se el futuro juicio a los autores intelectua­les que ordenaron el atentado. En Honduras, es de público conocimien­to que el director de Desa, a lo sumo, sería un autor intelectua­l secundario. Queda por ver si los verdaderos promotores del asesinato son finalmente llevados ante los tribunales, como promete el fiscal general.

Mientras, muchos se mantienen firmes en la reivindica­ción de sus tierras y de sus derechos, asumiendo los riesgos de ser defensoras –como se dice allí, en femenino– de los derechos humanos y del medio ambiente. Miles siguen andando hacia el norte, reivindica­ndo ese derecho a emigrar que tantos españoles ejercieron en su día, desde la protesta colectiva de quienes, marchando, manifiesta­n su voluntad de volver a una Honduras que garantice derechos humanos y trabajo digno.

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