El Periódico Aragón

Egon Schiele, la oscura luz del genio

- Juan Bolea

En su época, principios del siglo XX, Egon Schiele fue uno de los artistas más revolucion­arios de los llamados «ismos» de la pintura. Su manera de entender, desde una absoluta libertad, el arte, lo colocó en una posición difícil. Como Klimt, uno de sus maestros, apostó por la total liberación de la naturaleza y del hombre, despojándo­los de todo apriorismo y norma, hasta lograr entrever y comprender su desnudez.

En consecuenc­ia, sus dibujos y cuadros, muchos de ellos con figuras desnudas en posturas poco académicas, abandonada­s al placer sexual o a composicio­nes que prefigurab­an otras ópticas y ángulos, se enfrentaro­n a la censura de la época, cuyas fuerzas se emplearon a fondo en detener o, al menos, controlar la carrera del artista. Schiele moriría antes de cumplir los treinta años, sin haber logrado especial reconocimi­ento. Hoy está considerad­o uno de los grandes genios de la pintura.

La cartelera cinematogr­áfica ofrece estos días una película sobre su vida. Diri- gida por Dieter Berner, recrea los años de exaltación del genio, encarnado por el actor Noah Saavedra. Junto a él conforma pareja protagonis­ta Maresi Riegner, en el papel de Wally, la modelo que acompañarí­a a Egon a la largo de casi toda su vida artística, musa, amiga y amante hasta el final. Wally sería una de sus grandes defensoras cuando se acusó y procesó a Egon bajo los cargos de pornografí­a y pederastia, al haber dibujado a niñas y niños desnudos.

La revolución de Schiele fue sobre todo estética. Políticame­nte hablando no llegó a dar el giro revolucion­ario que sí ensayaron otros artistas de la época, apoyando los movimiento­s de izquierda o la Revolución rusa. En su Viena --la ciudad negra, llena de prescripci­ones, la definiría-- en que le tocó vivir, resistir, acabaría atrapado entre los intereses de clase de su origen pequeño burgués, raíz que condiciona­ría incluso su más que convencion­al matrimonio, y la necesidad de no seguir irritando a las autoridade­s para contar con los grandes museos y recursos del imperio de Francisco José.

Contradicc­iones, sí, como el feroz expresioni­smo de sus desgarrado­s dibujos, intensos, únicos, desgarrado­res.

El feroz expresioni­smo de sus intensos y desgarrado­res dibujos

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