Menos coches, más ciudad
Trasobares
Ya sé que cualquier proyecto de reordenación de la movilidad urbana que apunte a la peatonalización o a la reducción del tráfico privado despierta de inmediato la reacción contraria de muchas personas. En Zaragoza y en el resto del mundo. No sé cómo irá la cosa en otros sitios, pero aquí, en la capital aragonesa, todavía estamos ante la resultante de los imaginarios desarrollistas de los sesenta y la ficción unifamiliar made in USA de los ochenta-noventa. Los unos promovieron la idea de que una ciudad respetable debía adaptarse al coche, rey de la calle y de todo lo demás. La otra dio lugar a esa extraña escapada hacia el extrarradio, que rompió la naturaleza compacta y multifuncional de la urbe mediterránea, la más cómoda y agradable.
Por supuesto el ritmo de la vida actual deja a un lado el barrio tradicional, el sosiego, la relación personal con los vecinos, el comercio de proximidad y todo eso. La gente va a una gran superficie, compra para toda la semana, congela, utiliza alimentos muy elaborados y no tiene tiempo para nada más. No lo tiene, sobre todo, porque entre ir y volver del trabajo y otros menesteres lejanos invierte una, dos o más horas diarias. Es absurdo. Es lo que hay.
Zaragoza se ha desarrollado urbanísticamente de acuerdo con los intereses de los grandes propietarios de suelo reclasificable. Su todopoderosa influencia hizo que cada Plan General de Ordenación Urbana fuese rectificado cuando apenas acababa de ser aprobado por el pleno municipal. Arreglar los desaguisados a que ello dio lugar, reparar las tendencias que combinaron la ruptura de la ciudad consolidada con la instalación de grandes complejos comerciales y de ocio (mientras los nuevos barrios dormitorios nacían huérfanos de tiendas, farmacias y servicios) va a ser muy difícil y requerirá paciencia, porque Zaragoza ya no crece. En las afueras, el coche seguirá siendo imprescindible.
Pero a lo que queda, que es mucho, de ciudad compacta le ha llegado la hora de recuperar lo mejor de sí misma. Con menos coches, por supuesto. Y más calidad de vida.
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