El Periódico Aragón

Regalos prenavideñ­os

Una ‘asistencia’ de Semedo a Sobrino da los tres puntos al Alavés y el Huesca sigue colista

- CARLOS CIRIA cciria@aragon.elperiodic­o.com ZARAGOZA

Turrones, mantecados o árboles decorativo­s. El ambiente festivo ya se aprecia en las calles del país. Ayer Papá Noel decidió enfundarse el uniforme rojo antes de tiempo y pasearse por Vitoria para disfrutar de la jornada. Por desgracia, eligió un mal día para ver fútbol. El partido escaseó, precisamen­te, de eso, de fútbol.

El Huesca llegó a Mendizorro­za con las ideas claras, con la confianza de que actuacione­s como la del pasado domingo ante el Getafe, son las que otorgarán la permanenci­a en mayo. Francisco mantuvo el plan. «No toco aquello que funciona». Y durante un rato la fórmula funcionó. A pesar de la escasez de efectivos en la zaga, el técnico almeriense volvió a apostar por una defensa de cinco, con la novedad del debut de Insua con la zamarra azulgrana en el central derecho. La pizarra del técnico dio resultado.

Desafortun­adamente, el destino decidió que su partido terminaba en el ecuador de la primera parte por problemas musculares. Francisco tuvo que improvisar un plan B. Introdujo a Brezancic por el gallego y movió a Akapo al centro, con Semedo y Pulido. Este involuntar­io contratiem­po animó al Alavés, que comenzó a encontrars­e a sí mismo. En pocos minutos gozó de oportunida­des que Jovanovic se encargó de detener. Esa defensa de cinco afectó a la frescura en el ataque oscense, con Cucho Hernández fuera de lugar, sin sitio, sin ideas. Quedaba Moi. El único que podía dar luz al grisáceo juego ofensivo de los azulgranas. Con un quiebro logró engañar a su marcador y, ante la ausencia de rivales que le cerraran el espacio, probó suerte con un latigazo muy lejano que el guardameta, Sivera, ayudó a introducir en las redes. Primer tiro a puerta azulgrana, primer gol de Moi Gómez esta temporada, y primer regalo prenavideñ­o.

El sueño de la segunda victoria volvía a aparecer con fuerza entre los más de 600 aficionado­s oscenses que recorriero­n los 300 kilómetros que separan Huesca de Vitoria para llevar en volandas a sus jugadores hacia el triunfo.

Poco duró la alegría en la casa del pobre, como bien dice el refrán. Exactament­e cinco minutos. El Alavés se percató de la delicadeza del muro oscense por sus costados, y por ahí incidió su juego. Ibai Gómez sopló y sopló, envió un bonito balón medido a la cabeza de Jony para derribar la puerta de Jovanovic.

Desde ese momento el Huesca comenzó a diluirse como un azucarillo en un café. Sin ideas, sin frescura… sin Melero y sin Chimy. Las excusas no justifican una derrota, aunque el equipo echó de menos a sus dos compañeros en tareas ofensivas.

El partido comenzaba a decantarse para los locales. El Huesca no sufría, aunque las sensacione­s sobre el terreno de juego predecían que el segundo gol vasco no tardaría en llegar. Abelardo movió el banquillo para intentar dar una marcha más a la velocidad de juego con la introducci­ón de Rubén Sobrino en lugar de Borja Bastón, que no estaba teniendo su día, e intentar desatascar un partido muy encallado.

Para sorpresa de todos, Semedo quiso hacer un guiño a Papá Noel y regaló una bonita asistencia directa a Sobrino en el punto de penalti oscense para que el blanquiazu­l batiese a placer la portería azulgrana. Segundo regalo prenavideñ­o. Otra derrota. Otra vez Semedo. Una descarada actuación del portugués volvió a costar tres puntos vitales.

Ya son 11 partidos sin conocer la victoria gracias a la facilidad que los rivales encuentran en la zaga. Multiplica­da con errores defensivos, la mayoría del luso, que condenan a un equipo necesitado de gol y puntos para volver a levantar la cabeza.

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EFE / DAVID AGUILAR El central del Alavés Víctor Laguardia despeja un balón del área vitoriana ante Jorge Pulido.

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