¿Quién es el (más) fascista?
La detención de García Juliá, uno de los fascistas que participaron en la matanza de Atocha en enero del 77, coincide con un tremendo rifirrafe sobre quién es o deja de ser fascista en la España de hoy. Porque ahora, a despecho de la tranquilidad que reina en las calles (salvo incidentes aislados y sin víctimas mortales), existe una especie de angustia generalizada, de riña sin cuartel que se desenvuelve a gritos en internet y amenaza con desbordarnos a todos. Ya conté que la primera Transición se llevo a cabo a lo largo de un lustro (largo), durante el cual la violencia política y el terrorismo se llevaron por delante más de seiscientas vidas. No es esa la actual situación, ni mucho menos tiene que ver con la existente en los años Treinta. Sin embargo desde las redes trolls y bots proclama que sí, que esto es como aquello... ¡o peor!
Hay una pulsión agresiva que forma parte de la polarización de los planteamientos ideológicos y políticos, y sobre todo de la nueva mitología nacionalista (en España centrífuga o centrípeta, que tanto da). Esa tendencia, peligrosa, es sobre todo retórica, pero grupos muy minoritarios la quieren incorporar a la coreografía física de sus demostraciones callejeras. Y de la misma manera que a finales de los Setenta la extrema derecha tardofranquista compartió la estrategia de la tensión con ETA o el Grapo (fuera lo que fuese esa oscura organización), en estos momentos se va prefigurando un escenario de confrontación en el que los CDR secesionistas o las bandas del Bloque Negro se lanzan a provocaciones abiertas (e insensatas), mientras un partido legal y en auge como Vox intensifica su proselitismo entre las fuerzas del orden, Policía y Guardia Civil, mediante blogs y grupos de whatsapp donde circula un discurso del odio indisimulable.
Si nos atenemos a la teoría, ahora no existe un fascismo como el del siglo XX. De momento. Lo que hay es una extrema izquierda infantil y grotesca que quiere bronca... y una extrema derecha mucho más organizada, globalizada y amenazadora que gana terreno... en las urnas.
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