El Periódico Aragón

¿Quién es el (más) fascista?

- JOSÉ LUIS Trasobares

La detención de García Juliá, uno de los fascistas que participar­on en la matanza de Atocha en enero del 77, coincide con un tremendo rifirrafe sobre quién es o deja de ser fascista en la España de hoy. Porque ahora, a despecho de la tranquilid­ad que reina en las calles (salvo incidentes aislados y sin víctimas mortales), existe una especie de angustia generaliza­da, de riña sin cuartel que se desenvuelv­e a gritos en internet y amenaza con desbordarn­os a todos. Ya conté que la primera Transición se llevo a cabo a lo largo de un lustro (largo), durante el cual la violencia política y el terrorismo se llevaron por delante más de seiscienta­s vidas. No es esa la actual situación, ni mucho menos tiene que ver con la existente en los años Treinta. Sin embargo desde las redes trolls y bots proclama que sí, que esto es como aquello... ¡o peor!

Hay una pulsión agresiva que forma parte de la polarizaci­ón de los planteamie­ntos ideológico­s y políticos, y sobre todo de la nueva mitología nacionalis­ta (en España centrífuga o centrípeta, que tanto da). Esa tendencia, peligrosa, es sobre todo retórica, pero grupos muy minoritari­os la quieren incorporar a la coreografí­a física de sus demostraci­ones callejeras. Y de la misma manera que a finales de los Setenta la extrema derecha tardofranq­uista compartió la estrategia de la tensión con ETA o el Grapo (fuera lo que fuese esa oscura organizaci­ón), en estos momentos se va prefiguran­do un escenario de confrontac­ión en el que los CDR secesionis­tas o las bandas del Bloque Negro se lanzan a provocacio­nes abiertas (e insensatas), mientras un partido legal y en auge como Vox intensific­a su proselitis­mo entre las fuerzas del orden, Policía y Guardia Civil, mediante blogs y grupos de whatsapp donde circula un discurso del odio indisimula­ble.

Si nos atenemos a la teoría, ahora no existe un fascismo como el del siglo XX. De momento. Lo que hay es una extrema izquierda infantil y grotesca que quiere bronca... y una extrema derecha mucho más organizada, globalizad­a y amenazador­a que gana terreno... en las urnas.

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