El Periódico Aragón

«Estaba en el barco cuando naufragó y quería levantarme y aceptar la realidad, nunca huir. No soy de esos jugadores»

«No se sabía qué era lo primordial. ¿El fútbol se hacía en los despachos? No, en el campo. Acabamos fracasando»

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¿Dónde se hace el fútbol? ¿En los despachos? No, en el campo. Los problemas vienen de todos los lados. No supimos lidiar con estos problemas y acabamos fracasando.

—¿Fue difícil la convivenci­a en aquel equipo?

—Para mí, no. Quería disfrutar de la clase de los jugadores que tenía al lado. Había jugado con Ayala y Aimar en Valencia. Después Milito, Diogo, Luccin… Son jugadores de mucha clase y carácter. Si hubiéramos tenido una buena conexión y las cosas hubieran salido como estaba planeado, hubiéramos hecho historia. El vestuario no fue un peso. —Los resultados. Si las cosas salen bien en el campo, los resultados mantienen a los entrenador­es. Sabíamos que teníamos problemas dentro y fuera del césped. Éramos como un reino en guerra. No lográbamos juntarnos y decir: ‘Vamos todos hacia el mismo lado y vamos a hacer todo para lograr los objetivos’. Los problemas se quedaron demasiado grandes.

—¿En qué momento se da cuenta de que el objetivo es no descender?

—No hubo un momento puntual, pero uno va teniendo esa sensación cuando va pasando el tiempo. No lográbamos ganar, iba entrando una dinámica negativa, los cambios de entrenador, los problemas extradepor­tivos… Todo eso hace que te pegue un bajón. El objetivo más urgente y de emergencia era la permanenci­a en Primera. Fue durante todo el segundo semestre.

—A pesar del descenso el club le compra. ¿Cree que quería contar de verdad con usted o era para obtener beneficio por un traspaso futuro?

—Es difícil pensar en la cabeza de otro. En mi primer año metí muchos goles y el Zaragoza optó por ficharme. Estaba contento, aunque jugar en Segunda División fue muy duro, pero acepté el reto y quería devolver la ilusión a la afición. De todos modos soy inteligent­e y sé que el fútbol es un negocio y fue una inversión que hizo Agapito pensando segurament­e en recuperarl­a en el futuro. Obviamente me hizo ilusión a pesar de jugar en Segunda y no dudé en quedarme a pesar de tener otras posibilida­des, pero cambiaron los planes en invierno porque había que vender para sacar dinero.

—¿Fue complicado verse en Segunda División después de su trayectori­a en grandes equipos y peleando por títulos?

—Fue durísimo, sin duda. No es lo que uno espera, pero acepté el reto. Estaba en el barco cuando naufragó y quería levantarme y aceptar la realidad, nunca huir. No soy de esos. Soy de los que piensa en unir fuerzas con los que tengo alrededor. Fue duro, pero con el orgullo de decir: ‘Estoy aquí y voy a levantarme con los que se queden y los que vengan’. Para resolver los problemas hay que plantarles cara.

—Conociendo a Agapito Iglesias, ¿se esperaba por aquel entonces su mala gestión?

—Mi relación con Agapito pienso que era buena. Siempre me atendió cuando estaba en el club, hablaba conmigo sobre cómo estaba el equipo, la situación, los objetivos… No tuvo problema, pero me sorprendió todo lo que ocurrió después. Tomó decisiones precipitad­as y la justicia es la jus- —Poco. Sé que está en Segunda peleando por volver. Me gustaría enterarme más de cómo va el Zaragoza, pero son tantos años y tan lejos que a veces cuesta.

—También la religión es muy importante en usted, ya que es pastor evangélico.

—Todo lo que soy hoy como persona se lo debo a Dios. Fui consagrado como pastor en el 2008, cuando estaba en Zaragoza, y hace —Sí, es una idea muy clara que tengo y una decisión personal. Cuando deje el fútbol tendré más tiempo para dedicarme a la iglesia en este sentido, para cuidar personal a tiempo completo.

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