El Periódico Aragón

‘Politicomp­lejos’

Todo por la vara, es el nuevo lema que nos persigue hasta el verano

- La firma JOSÉ Mendi*

Algunos líderes no han entendido que la política gira alrededor de la gente y no de sí mismos. Esta frase del genial Quino, que adapto al objetivo de este artículo, convierte a su protagonis­ta, Mafalda, en la mejor analista de los acuerdos institucio­nales tras las elecciones. La carrera por llegar a la meta de las urnas ha sido agotadora. Y la de subir al podio del poder no resulta especialme­nte interesant­e para los votantes. Los jueces vigilaban con mimo el recorrido de la carrera para que no hubiera juego sucio.

Ahora, una vez traspasada la cinta de llegada, el camino para recoger los trofeos se ha convertido en una jungla en la que, ni desde las gradas ni desde la organizaci­ón, se puede intervenir. Todo por la vara, es el nuevo lema que nos persigue hasta el verano. La Moncloa, los gobiernos autonómico­s, diputacion­es y ayuntamien­tos, sufren y viven, con desigual interés, entradas triunfales y asaltos arácnidos desde el balcón.

Todos son igualmente legítimos, aunque la deportivid­ad es un valor que se echa de menos. En muchas administra­ciones, VOX se ha convertido en el cuñado institucio­nal de la derecha. Sigue siendo visto como impresenta­ble por sus parientes de sangre, pero ahora ya tiene coz y voto en las reuniones plenarias. Le han cedido, no sólo su agenda de contenido, sino capacidad de gestión y gobierno.

Hoy, los de Abascal y su fascismoco­lonismo, son imprescind­ibles para sumar con las derechas, ganar a las izquierdas y gestionar buena

Hoy, los de Abascal y su fascismo-colonismo son imprescind­ibles para sumar con las derechas y ganar a las izquierdas

parte de ayuntamien­tos y comunidade­s autónomas. Ya somos europeos. Aunque la península ibérica sigue dando gusto verla en comparació­n con otros vecinos del Mediterrán­eo.

Han llegado a las institucio­nes acusando a sus primos de bloque (ideológico) de ser una derecha acomplejad­a y cobarde. Esa ha sido una de las palabras más usadas en

Pablo Casado ha

transmitid­o al PP su ‘complejo de castración’. Teme perder su «falo» popular y verse impotente

los últimos meses, como confrontac­ión, entre el propio trío de Colón.

Los complejos forman parte de la literatura psicológic­a, pero no tienen una solidez ni constataci­ón científica. Es un término que proviene del psicoanáli­sis y que, como muchos otros temas de ese ámbito, ha gozado de tanto éxito divulgativ­o como de poca consistenc­ia. Pero nos es útil como ejercicio creativo y descriptiv­o de la realidad que vivimos. Incluso divertido. Las acusacione­s de estar «acomplejad­os» se han repetido entre las formacione­s conservado­ras.

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el momento de concretar las mismas, en la traumatiza­da mente de sus protagonis­tas. Si Freud tendiera en su diván los respectivo­s egos de cada liderazgo político, podría llegar a conclusion­es muy interesant­es. Vería cómo Rivera, desde Ciudadanos, es la encarnació­n del perfecto complejo

de Edipo. Es decir, ha decidido matar al padre conservado­r antes que mantener una relación incestuosa con su madre liberal.

Por su parte, Pablo Iglesias está, en Podemos, preso del complejo de

Mesías. Aquí el sujeto se cree destinado a ser un salvador, sea local o, incluso, de toda la humanidad.

Pedro Sánchez, actual presidente en funciones, se identifica­ría con el «complejo de Dios». Expresa esa confianza inquebrant­able en su propia habilidad personal, privilegio o infalibili­dad que sólo posee un ser omnipotent­e.

Pablo Casado ha transmitid­o al PP su complejo de castración. Teme perder su «falo» popular y verse impotente ante su electorado. Es la consecuenc­ia a la que le ha llevado la corrupción, ebria de onanismo, que tanto placer le ha dado, pero que tanta culpa le ha supuesto. Abascal es el vivo ejemplo de un

complejo de Aquiles. Son personas que ocultan sus propias debilidade­s bajo la apariencia de invulnerab­ilidad o heroísmo. Pero cuando los aprendices de este héroe de la mitología griega, se sumergen en la laguna de la Estigia política, dejan al descubiert­o aquellas partes de su cuerpo mediante las que son agarrados para disfrutar del baño mágico. Sus debilidade­s aparecen entonces en todo su esplendor, y son muy evidentes.

Como ven, tanto Freud como

Jung se lo pasarían muy bien psicoanali­zando a nuestros políticos. Vamos, que los supuestos complejos dan mucho de sí, para todo y para todos. Aunque para ser más exactos, nos falta analizar un último complejo que quizás nos afecte al conjunto de la sociedad. Me refiero al síndrome de Peter Pan.

Un término que acuñó el psicólogo norteameri­cano Dan Kiley y que se popularizó en 1983, cuando publicó un libro con dicho título.

Describe un problema muy común, que va más allá de las personas. El miedo a crecer y a socializar­se es un temor muy extendido de nuestro entorno. Tras ese vértigo a convertirs­e en adultos, subyace una falsa idealizaci­ón de la juventud que esconde un profundo miedo a la soledad. Se conciben individuos y grupos sociales inmaduros, inseguros y con muy baja autoestima. El compromiso es mínimo y su egocentris­mo máximo. Con muy poca tolerancia a la frustració­n.

Esta descripció­n les recordará al personaje de Sheldon, en la serie

Big Bang, quien representa, mejor que nadie, la antítesis de lo que es la empatía. Será por eso que al finalizar las sesiones de investidur­a haya tantos Edipos acordándos­e de la madre de la persona elegida.

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