El Periódico Aragón

«Tras la muerte de mi hija he perdido las ganas de vivir»

«No pido la silla eléctrica, pero sí que la pena de cárcel pueda ser de por vida para este tipo de delitos»

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Carmina, de 55 años, aguarda con impacienci­a la llegada del lunes. Al contrario que mucha gente, para ella el comienzo de la semana laboral es «una liberación». «Los sábados y los domingos, cuando ceso en mi actividad, se me hacen insoportab­les», confiesa. «No paro de pensar y pensar y pensar en mi única hija, en lo que le pasó».

Su hija fue estrangula­da en la provincia de Zaragoza por un hombre de 28 años que, tras abandonar el cadáver de la joven en un descampado, se quitó la vida de un disparo y dejó una nota manuscrita relatando su acción.

«No era su pareja, como se dijo en su momento», asegura Carmina, que regenta un negocio que le obliga a moverse en coche de un sitio para otro, visitando clientes. «Eso me ayuda a sobrelleva­r la desgracia», afirma.

El día de los hechos, su hija, de 29 años, había quedado con el autor del crimen para hacer una gestión juntos. Pero ninguno de los dos volvió con vida de ese recado. «Si él no llega a suicidarse, no sé qué hubiera hecho yo», reconoce la madre, que asegura que la fe cristiana le ayuda desde entonces a encontrar un sentido a la vida.

Con todo, la religión no es suficiente para que acepte resignadam­ente lo que le ha deparado el destino. «Tras la muerte de mi hija he perdido las ganas de vivir», afirma.

La joven llena todos sus pensamient­os. «Era lista, tenía estudios, hablaba idiomas, veo sus títulos en su habitación...», explica. Su marido, continúa, está pasándolo tan mal como ella, «con la agravante de que él se quedó sin trabajo y aún tiene más tiempo para darle vueltas a la cabeza».

La muerte de su única hija los llevó a reconsider­ar muchas cosas. «No pido la silla eléctrica para estos crímenes machistas, pero sí que exista la posibilida­d de que las sentencias contemplen que la cárcel sea de por vida, no como ahora», opina. Este pensamient­o le asalta cada vez que llega a sus oídos que ha habido un nuevo crimen de violencia machista.

«Al principio, ni te lo crees que tu hija ha muerto asesinada», explica Carmina, que señala que, los primeros días, fue sometida a «un cerco» por parte de algunos medios de comunicaci­ón, desde antes incluso de que mi marido y yo nos hubiéramos enterado de lo que había sucedido», relata.

Carmina se queja de que «en ningún momento» ha recibido atención de los servicios sociales. «Nadie, aparte de familiares y amigos y conocidos, se ha interesado por nosotros», subraya. La última afrenta, manifiesta, fue cuando en los Juzgados le exigieron papeles para poder llevarse el cadáver. «En un momento tan duro te toca seguir una complicada burocracia que no entiendes».

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