Por fin terminó
Ha finalizado la peor temporada del Real Zaragoza, en muchas décadas que yo recuerde. Y eso que mis recuerdos datan de tiempos de los Magníficos. Creo recoger la voz de esos más de 27.000 socios y cientos de miles de simpatizantes zaragocistas que con la mirada en el suelo, han soportado de todo y, sin reblar. La llegada desinteresada de Víctor Fernández nos alivió momentáneamente de la depresión. Cumplido su propósito de evitar el descenso o quizás algo peor, del club al que tanta gloria le dio, su compromiso le ha llevado a renovar un año más. Los gritos de toda esa Romareda cantando, quizás suplicando, ¡Víctor quédate!, habrán pesado lo suyo para intentar cambiar este rumbo a ninguna parte, al que el actual Real Zaragoza parece ir abocado. Pero una flor no hace estío y es por eso que este club necesita mucho más que la ilusión
de su entrenador y el apoyo de su fiel y tolerante afición para aliviar tantos años de míseras. Para ello, la Fundación, la directiva y el cuerpo técnico tienen la obligación de cambiar el actual rumbo que nos perpetua en un lugar impropio. Tienen que saber y asumir qué es lo que se ha hecho mal y las razones por las que seguimos estando ahí. No parece entenderlo así, según sus últimas declaraciones, el actual presidente Lapetra y portavoz. Yo le recordaría que la autocrítica, aunque no la admita, es la disposición que tienen las personas para reconocer sus errores para su posterior corrección. Por eso puedo decir que lo mejor de esta temporada, una más en esta liga de pequeños, es que ha terminado.