El Periódico Aragón

Drácula devora a Frankenste­in

Trasobares

- JOSÉ LUIS

Conste que los conservado­res (incluyendo entre ellos a Cs, por supuesto) no solo tienen todo el derecho del mundo a pactar entre ellos, sino que hacerlo es casi su obligación. En estos últimos meses, las masas derechista­s, votantes, tertuliano­s, periodista­s, cuadros y altos dirigentes han descubiert­o por fin que las elecciones no las gana el que más votos obtiene, sino el que cuenta con mejores opciones para negociar y acordar mayorías. Después de tanto escandaliz­arse ante los «pactos entre perdedores», los «cambios de cromos-sillones»,

el Okupa y los gobiernos Frankenste­in, el trío de Colón ha pasado a optimizar tales prácticas y alguna más. Ahora son ellos quienes apañan institucio­nes tras perder las elecciones, se disputan los cargos con un ardor inusitado y ya barajan futuras mociones de censura como una manera de zigzaguear en la ruta hacia el objetivo esencial y natural de cualquier político: el poder.

Todo esto es legal, legítimo y coherente. Nunca es tarde para aprender y rectificar. Claro que sí, buenas gentes. Lo que ha dejado al personal estupefact­o es el esperpento que han montado las derechas a la hora de pactar. Bueno... si es ese el verbo que conjugan. Jamás en la vida (y mira que ha llovido) se había visto un espectácul­o tan grotesco: acuerdos indefinido­s e indefinibl­es, negociacio­nes triangular­es sin triángulo, chantajes, faroles, mentiras, traiciones y un centralism­o madrileño insoportab­le que convierte a las demás autonomías y ayuntamien­tos, ahora en juego, en meros objetos ajenos a la voluntad de sus diputados y concejales (y de los desconcert­ados votantes). La desvergüen­za, la sumisión y sobre todo la ambición alcanzan el paroxismo.

Un científico majara que reciclaba cadáveres. No le llega ni a la altura del borceguí al conde el aristócrat­a chupóptero capaz de cualquier travestism­o y de amorrarse a cualquier pilón con tal de mantener su tren de vida. Eso sí, con las derechas hispanas nos estamos divirtiend­o. Y espera que empiecen a gobernar. En este plan, su gestión será la monda.

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