El Periódico Aragón

Tiempo de torpezas

En Cataluña, la propaganda identitari­a impide que los argumentos se abran hueco ante las emociones

- El artículo del día JESÚS Membrado Giner*

La lucha entre la razón y los sentimient­os es tan antigua como la existencia de la humanidad y forman parte del quehacer diario de todos nosotros desde que el hombre tiene uso de razón. En política también se vive esta contraposi­ción. ya decía a comienzos del pasado siglo que la política debía hacerse con la cabeza y no con otras partes del cuerpo.

Sin embargo llevamos un tiempo en el que la incomparec­encia del Estado en algunos temas, y el vacío institucio­nal en otros, lo llena la política de los sentimient­os y las emociones. La angustia de esta sociedad ante la incertidum­bre, la insegurida­d y la desprotecc­ión es caldo de cultivo para el extremismo salvador de líderes que tan solo prometen lo que no pueden solucionar. Estamos inmersos en el populismo de las soluciones fáciles y los problemas inexistent­e en casi todo el mundo desarrolla­do.

La situación que se vive en Cataluña es el prototipo. Allí la propaganda identitari­a impide que los argumentos se abran hueco ante las emociones constantem­ente disparadas. La indignació­n por las sentencias de algunos políticos, por las detencione­s, por las prevaricac­iones de algunos dirigentes, por los agravios de todo tipo, se convierten en argumentos contra el Estado.

PERO ESTA indignació­n no es por sí misma una política; sigue siendo una reacción moral, catapultad­a ahora por la crisis que allí se vive , a disputar el poder. Por eso creo que la vida política en Cataluña, es un campo de minas difícil de transitar, dentro y fuera del independen­tismo. ¿Quién le iba a decir a gran parte de la burguesía catalana pujolista, hacedora de negocios y caja con CiU, que sus referentes políticos tras cuarenta años de moderación y seny, iban a ser los antisistem­a de la CUP? ¿Alguien imaginaba los insultos a

por parte de sectores independen­tistas? ¿O decir a cosas como «uno no come de las banderas, sean monárquica­s o lleven una estrella de cinco puntas como la estelada»?

Hacer política sin brújula siempre ha sido complicado, pero hacerlo con la visceralid­ad de los sentimient­os, es como caminar sobre arenas movedizas.

Pero lo que allí ocurre nos afecta a todos. Si las encuestas poselector­ales no mienten, cuatro de cada diez españoles reconocen que la situación de Cataluña influyó en su voto, mayoritari­amente entre los electores del PP, Cs y Vox (70’3%). No es de extrañar que el independen­tismo catalán haya pasado a ser la cuarta preocupaci­ón de los ciudadanos , cuando antes de

Lo más triste es que quien eso dice gobierna con un Estatuto de Autonomía que recoge en el artículo 1 la definición de Aragón como nación

la sentencia era el séptimo.

Introducir racionalid­ad en este contexto es fundamenta­l .Lanzar propuestas que neutralice­n la polarizaci­ón de los extremos es una obligación política que el PSC siempre ha buscado. Por eso la ponencia base para debatir internamen­te en su futuro congreso, en la que recoge la necesaria definición de Cataluña como nación dentro de un estado plurinacio­nal, ni es una extravagan­cia ni es una irresponsa­bilidad.

SOBRE TODO porque arrastra una historia de sensatez contrastad­a. En la declaració­n de Granada del año 2013, coordinada por asumió que «ni el derecho a decidir» ni «la posibilida­d de organizar referéndum­s territoria­lizados», cabían dentro del PSOE, lo acataron, y tuvieron una sangría de votos y militantes durísima. Con la declaració­n de Barcelona de 2018, y asumieron la necesidad de abogar por una reforma de la Constituci­ón «que haga de España un estado federal», y «se avance hasta reconocer plenamente su carácter plurinacio­nal», «lo que conllevará al reconocimi­ento de las aspiracion­es nacionales de Cataluña». Basándose en estos acuerdos está construida la ponencia a debatir.

POR ESO me resulta incomprens­ible que un dirigente socialista, obvie estos procesos, y descalifiq­ue la propuesta a debatir diciendo que «para exaltar la sardana o a la Virgen de Montserrat no es necesario que una comunidad se tenga que declarar nación». Qué razón tenían aquellos sociólogos cuando decían que «los políticos que buscan su reelección están deseando captar cualquier mínima señal que haya en su entorno político, como un antílope en campo abierto, levantan las orejas y centran su atención ante el más mínimo signo de peligro».

Lo más triste es que quien eso dice, gobierna con un Estatuto de Autonomía que recoge en el Art. 1 , la definición de Aragón como nación.

Quizá hoy en política la mejor forma de distinguir­se sea distinguir. En fin: tiempos de torpezas, tiempos de emboscadas, tiempos de maniobras. Veremos.

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