Tiempo de torpezas
En Cataluña, la propaganda identitaria impide que los argumentos se abran hueco ante las emociones
La lucha entre la razón y los sentimientos es tan antigua como la existencia de la humanidad y forman parte del quehacer diario de todos nosotros desde que el hombre tiene uso de razón. En política también se vive esta contraposición. ya decía a comienzos del pasado siglo que la política debía hacerse con la cabeza y no con otras partes del cuerpo.
Sin embargo llevamos un tiempo en el que la incomparecencia del Estado en algunos temas, y el vacío institucional en otros, lo llena la política de los sentimientos y las emociones. La angustia de esta sociedad ante la incertidumbre, la inseguridad y la desprotección es caldo de cultivo para el extremismo salvador de líderes que tan solo prometen lo que no pueden solucionar. Estamos inmersos en el populismo de las soluciones fáciles y los problemas inexistente en casi todo el mundo desarrollado.
La situación que se vive en Cataluña es el prototipo. Allí la propaganda identitaria impide que los argumentos se abran hueco ante las emociones constantemente disparadas. La indignación por las sentencias de algunos políticos, por las detenciones, por las prevaricaciones de algunos dirigentes, por los agravios de todo tipo, se convierten en argumentos contra el Estado.
PERO ESTA indignación no es por sí misma una política; sigue siendo una reacción moral, catapultada ahora por la crisis que allí se vive , a disputar el poder. Por eso creo que la vida política en Cataluña, es un campo de minas difícil de transitar, dentro y fuera del independentismo. ¿Quién le iba a decir a gran parte de la burguesía catalana pujolista, hacedora de negocios y caja con CiU, que sus referentes políticos tras cuarenta años de moderación y seny, iban a ser los antisistema de la CUP? ¿Alguien imaginaba los insultos a
por parte de sectores independentistas? ¿O decir a cosas como «uno no come de las banderas, sean monárquicas o lleven una estrella de cinco puntas como la estelada»?
Hacer política sin brújula siempre ha sido complicado, pero hacerlo con la visceralidad de los sentimientos, es como caminar sobre arenas movedizas.
Pero lo que allí ocurre nos afecta a todos. Si las encuestas poselectorales no mienten, cuatro de cada diez españoles reconocen que la situación de Cataluña influyó en su voto, mayoritariamente entre los electores del PP, Cs y Vox (70’3%). No es de extrañar que el independentismo catalán haya pasado a ser la cuarta preocupación de los ciudadanos , cuando antes de
Lo más triste es que quien eso dice gobierna con un Estatuto de Autonomía que recoge en el artículo 1 la definición de Aragón como nación
la sentencia era el séptimo.
Introducir racionalidad en este contexto es fundamental .Lanzar propuestas que neutralicen la polarización de los extremos es una obligación política que el PSC siempre ha buscado. Por eso la ponencia base para debatir internamente en su futuro congreso, en la que recoge la necesaria definición de Cataluña como nación dentro de un estado plurinacional, ni es una extravagancia ni es una irresponsabilidad.
SOBRE TODO porque arrastra una historia de sensatez contrastada. En la declaración de Granada del año 2013, coordinada por asumió que «ni el derecho a decidir» ni «la posibilidad de organizar referéndums territorializados», cabían dentro del PSOE, lo acataron, y tuvieron una sangría de votos y militantes durísima. Con la declaración de Barcelona de 2018, y asumieron la necesidad de abogar por una reforma de la Constitución «que haga de España un estado federal», y «se avance hasta reconocer plenamente su carácter plurinacional», «lo que conllevará al reconocimiento de las aspiraciones nacionales de Cataluña». Basándose en estos acuerdos está construida la ponencia a debatir.
POR ESO me resulta incomprensible que un dirigente socialista, obvie estos procesos, y descalifique la propuesta a debatir diciendo que «para exaltar la sardana o a la Virgen de Montserrat no es necesario que una comunidad se tenga que declarar nación». Qué razón tenían aquellos sociólogos cuando decían que «los políticos que buscan su reelección están deseando captar cualquier mínima señal que haya en su entorno político, como un antílope en campo abierto, levantan las orejas y centran su atención ante el más mínimo signo de peligro».
Lo más triste es que quien eso dice, gobierna con un Estatuto de Autonomía que recoge en el Art. 1 , la definición de Aragón como nación.
Quizá hoy en política la mejor forma de distinguirse sea distinguir. En fin: tiempos de torpezas, tiempos de emboscadas, tiempos de maniobras. Veremos.
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