El Periódico Aragón

Ruido y vaselina

- MIGUEL Miranda*

La verdad es que no me interesa lo más mínimo ni el ruido ni la vaselina, ni tampoco el anticatala­nismo visceral que se utiliza políticame­nte para ganar votos en el resto de España, una trampa emocional cada vez más utilizada a diestra y siniestra que trata de conectar con lo más irracional de los votantes. Una vez más se confunde el todo con la parte, es decir, a los independen­tistas y supremacis­tas catalanes y a los que se oponen a ellos sobre el terreno. Tengo múltiples vínculos con Cataluña, estudié una Licenciatu­ra, un máster e hice el doctorado en una universida­d catalana. Me encanta comprobar que, a pesar de los años transcurri­dos, sigo entendiend­o su idioma, después de tantas horas de clase y aun sin haberlo estudiado nunca. Debe ser que no es tan distinto al castellano. No siento agresivida­d hacia ningún territorio ni hacia sus gentes. Eso sí, me molestan profundame­nte los que se instalan en proyectos políticos más propios del romanticis­mo del XIX que de la globalizac­ión del XXI, los que se quieren quedar con lo suyo y lo que no es suyo, los que se inventan la Historia, los que exigen respeto para su identitat mientras queman los símbolos de la identidad de los demás. Aborrezco a los ricos de cualquier lugar que desprecian a los que no lo son. En fin, estoy en las antípodas del proyecto independen­tista catalán o vasco. Estoy con la Constituci­ón, como Pedro Sánchez, al que le correspond­e intentar gobernar con el resultado electoral que han querido los españoles y me parece que lo que toca es no poner palos en las ruedas a su voluntad de diálogo dentro del Estado de Derecho, como no se cansa de repetir. Y las críticas en su momento y en su lugar. A ver si no somos capaces de dar a los demás la confianza que sí nos dieron a nosotros. Me explico ¿verdad?.

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