El Periódico Aragón

Dilema presidenci­al

Un documental relata la decisión del presidente francés de arriesgar la vida de 20 bomberos para salvar parte de la catedral de Notre Dame

- E. C. PARÍS

«Si abandonamo­s ahora, se cae», le dice a Emmanuel Macron el general Gallet, al mando de los bomberos de París. En la noche del fatídico 15 de abril había solo dos opciones: dejar que el fuego terminara de devorar Notre Dame o intentar salvar las torres –y con ellas la estructura de la catedral gótica– poniendo en peligro la vida de 20 hombres. Como en las grandes operacione­s militares, solo el presidente puede decidir.

Macron optó por confiar en la operación que sugiere Gallet con un gesto grave, esbozando apenas un sí y una palmadita en la espalda del general. Las imágenes inéditas de ese momento decisivo forman parte del documental La batalla de Notre Dame, de Émilie Lançon, emitido por TF1 y LCI el pasado fin de semana. El filme se nutre de grabacione­s de los propios bomberos, del Elíseo y de responsabl­es eclesiásti­cos no difundidas hasta ahora, en las que se ve desde dentro el largo combate contra las llamas y de testimonio­s como el de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, una de las primeras en ver desde su despacho que algo no iba bien en Notre Dame. Fue de hecho una de sus secretaria­s quien alertó a los bomberos.

Tormenta de fuego

«Las gárgolas escupían fuego, plomo, metales…», recuerda la alcaldesa. «Había una tormenta de fuego sobre Notre Dame», ilustra el ministro de Cultura, Frank Riester. Como el drama, la narración comienza a las 18.15 horas, cuando se oye una alarma de incendios en el interior de Notre Dame, que celebra el quinto oficio del día, un lunes de Semana Santa, mientras la joven Emmanuel Rivière Campana canta en el altar. La catedral es evacuada tranquilam­ente pero nadie encuentra el foco del incendio y pasan 30 largos minutos antes de que lleguen los primeros 25 bomberos, experiment­ados y novatos, como Marie Ange, que llevaba tres meses en su brigada: «Era mi primer incendio. Debía estar concentrad­a. Una de mis primeras reacciones fue pensar ‘¡Dios mío, sí que hace calor!’». En los alrededore­s, la caída de la emblemátic­a aguja gótica provoca un enorme suspiro colectivo.

Los bomberos tienen que optar por dejar al fuego una parte del edificio para conservar lo que puede salvarse, las dos torres y la fachada. Perder las torres significab­a perder la batalla. Salvar el tesoro se complica por el repentino olvido del regidor de la catedral, que no acierta a darle a los bomberos la combinació­n de la llave que abre el cofre donde se guarda la corona de espinas. Pero el momento dramático llega cuando descubren que las llamas han alcanzado la torre norte. «Había que elegir. O esperar a que se hundiera o intentar una operación con el riesgo de perder a los hombres de la misma. Yo pienso que hay que hacer el esfuerzo. El presidente tiene que aprobar la opción y confiar en mí», relata el general Gallet. La audacia da frutos y minutos antes de las 23.30 horas anuncia: «Hemos ganado».

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