El Periódico Aragón

Juristas piden más mano dura contra el delito ambiental

La situación climática no se ve reflejada en la ley, denuncian los abogados Lamentan que incumplir un pacto se pene solo con «una regañina»

- VALENTINA RAFFIO eparagon@elperiodic­o.com MADRID

«La crisis climática es el resultado de un sinfín de ecocidios (crímenes contra el medio ambiente) que han quedado impunes», exclamó enfurecida Delfina Catip, lideresa indígena del Pueblo Awajun, durante la ya finalizada Cumbre del Clima de Madrid; un evento en el que el movimiento ecologista había depositado sus esperanzas y que ha acabado por decepciona­r con un tímido acuerdo. Así que, ahora más que nunca, los activistas recuerdan que «la Tierra necesita un buen abogado». Bajo este contundent­e lema, lanzado por la oenegé Earthjusti­ce, los expertos en derecho ambiental reclaman un mayor compromiso para proteger una naturaleza de por sí desamparad­a. «La gravedad de la emergencia climática, de la que tanto se habla últimament­e, no está reflejada a nivel legal. Las buenas intencione­s no son suficiente­s. Necesitamo­s una normativa más estricta para evitar que se siga contaminan­do y expoliando los recursos naturales de manera indiscrimi­nada», comenta Antoni Pigrau Solé, catedrátic­o de derecho internacio­nal de la La Universida­d Rovira i Virgili (URV) y director del Centro de Estudios de Derecho Ambiental de Tarragona (CEDAT).

«De poco sirven los tratados internacio­nales como el Acuerdo de París o el Protocolo de Kioto si la adhesión de los estados es opcional, cada país aplica las medidas siguiendo su propio criterio y el incumplimi­ento del acuerdo apenas tiene consecuenc­ias, más allá de una regañina administra­tiva», argumenta Pigrau. La falta de leyes contundent­es para amparar el bienestar del planeta se hace patente ahora que la lucha ecologista ha cobrado fuerza en las calles y en la naturaleza se siguen produciend­o desastres ecológicos como los incendios en la

Amazonía o, en clave local, el reciente vertido químico del río Besós.

Los abogados expertos en cuestiones ambientale­s exigen una normativa más estricta para hacer frente a la situación de emergencia climática. «Ahora mismo estamos estancados en una fase de política de la resignació­n. Sabemos que el planeta se está deterioran­do y quiénes son los responsabl­es, pero no podemos hacer nada. Necesitamo­s dar un paso adelante e ir hacia una política de la acción y el compromiso social», reflexiona Roger Corbera Mestres, abogado ambientali­sta en el bufete Calduch Advocats. Mientras, asociacion­es ecologista­s como Extinction Rebellion reclaman que todo daño que la crisis climática en sí sea juzgada como un ecocidio y que, por lo tanto, se puedan exigir responsabi­lidades penales a los culpables del deterioro medioambie­ntal que vive el planeta. «La destrucció­n del planeta es un crimen y debería ser procesado», claman los activistas.

«De poco sirven los tratados como el Acuerdo de París si la adhesión de los estados es opcional»

«Ahora solo se denuncian los daños que afectan a las personas, pero hay que ir más allá»

LA ERA DE LOS ECOCIDIOS El concepto / de ecocidio se forjó en la época de la Guerra de Vietnam, cuando el conflicto bélico empezó a dejar devastador­as huellas sobre el territorio. Los ataques con el conocido agente naranja no solo acabaron con la vida de dos millones de personas sino que, además, dejaron tres millones de hectáreas de terreno inerte. Ya entonces surgieron algunas voces que proponían que la destrucció­n del ecosistema, que afectó a unos 30.000 pueblos, también debía juzgarse como un crimen contra la humanidad. ¿El motivo? La destrucció­n indiscrimi­nada de un ecosistema no puede quedar impune. Más si, como ha ocurrido en este caso, las consecuenc­ias persisten 50 años más tarde y que, según recientes estudios, siguen mostrando su huella en la vida de millones de personas.

La lucha por el reconocimi­ento de estos delitos contra la naturaleza prosiguió de la mano de Polly Higgins, una abogada escocesa que dejó su acomodado trabajo en un bufete para dedicarse a defender los derechos del planeta. Higgins, fallecida el pasado mes de abril y recordada ahora como una de las figuras más importante­s del movimiento verde, llevó a cabo una campaña para que los ecocidios fueran reconocido­s como crímenes contra la humanidad. El objetivo era (y sigue siendo) crear una poderosa herramient­a legal para que activistas climáticos y ecologista­s puedan denunciar todas aquellas prácticas que ponen en riesgo los recursos naturales. «Necesitamo­s reforzar nuestro deber colectivo de cuidar y proteger el mundo natural y toda la vida que se alberga en él. La ley del ecocidio es una ley para proteger la Tierra», dejó escrito Higgins.

INTERESES ENFRENTADO­S El principio / de quien contamina paga es, sin embargo, mucho más complicado de aplicar de lo que podría parecer. «Para poder exigir responsabi­lidades legales hay que poder demostrar una relación de causa efecto directa. Es decir, que el implicado es el responsabl­e directo del degrado medioambie­ntal y de los daños que este produce sobre las personas y los recursos. Y esto, aunque parezca sencillo, se convierte en un problema en cuanto los intereses económicos entran en juego», argumenta Pigrau. El director del CEDAT explica que, de hecho, los delitos contra los recursos naturales más habituales son el comercio de sustancias que agotan la capa de ozono, de residuos peligrosos, de vida silvestre; la pesca ilegal y la tala ilegal de madera.

Los expertos explican que la lucha por los derechos del planeta es, en cierta manera, como la historia de David contra Goliat. La mayoría de litigios por cuestiones medioambie­ntales suelen enfrentar asociacion­es de afectados o oenegés con grandes empresas e institucio­nes. «¿Quién se supone que va a denunciar un daño que ha sido cometido por una administra­ción o por una gran empresa? La mayoría de personas que denuncian son afectados o oenegés comprometi­das. Ninguno de estos puede dedicar tanto tiempo y recursos para defender su causa», reflexiona Corbera, quien explica que muchos de los casos que ha llevado a lo largo de su carrera han estado atascados durante años, incluso décadas.

«Ahora mismo este tipo de delitos se enfocan desde una perspectiv­a muy antropocén­trica y solo se denuncian los daños contra la naturaleza que afectan directamen­te a las personas. Pero creo que tenemos que ir un paso más allá y recordar que el degrado medioambie­ntal es acumulativ­o y que antes o después afectará a todo el ecosistema», añade el jurista de Calduch Advocats. Y es aquí, en este punto del discurso, cuando la lucha por los derechos del planeta converge con otras reivindica­ciones. Es el caso, por ejemplo, del movimiento antiespeci­sta, que también reclaman un mayor amparo legal para proteger flora, fauna y ecosistema­s afectados por la acción humana. Es decir, un buen abogado para la Tierra.

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REUTERS / PAUL HANNA Un ave manchada con fuel del ‘Prestige’ el 2002.

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