No somos de fiar
España vuelve a estar en el punto de mira de Bruselas. El alto nivel de endeudamiento –ya estamos en el 97,6% del PIB--, la insostenible tasa de paro –siete puntos por encima del umbral fijado por Europa—y el estancamiento de la productividad, justifican la nueva bronca comunitaria que nos acaban de echar. Ninguna autoridad, sin embargo, ha dicho una palabra sobre lo que a todas luces es un desequilibrio macroeconómico insoportable, quizá porque el desequilibrio político que lleva a más de 3.000 agentes a blindar un partido de fútbol es todavía más insoportable, por no decir vergonzoso. Nos han dicho que no somos un país de fiar, y no les falta razón, porque en vez de emprender las reformas estructurales que urgen para avanzar, para crear empleo, para disolver las asfixiantes listas de espera, para garantizar las pensiones, para reducir la deuda de 26.000 euros por español, nos empleamos en cuestiones tan frívolas como llevar a los antidisturbios y a los Tedax al Camp Nou. La misma frivolidad con la que Pedro Sánchez garantiza a los presidentes autonómicos que no se va a saltar la Constitución en la negociación con los independentistas catalanes. Hombre, solo faltaría, salvo que el presidente en funciones tenga intención de acompañar a Junqueras en la cárcel. La misma superficialidad con la que telefonea a todos para justificar su llamada a Torra, con el que no iba a hablar hasta tanto no condenara la violencia que él mismo protagonizó cortando autopistas. No se sabe de qué han hablado porque cada uno ha dado una versión distinta. Tampoco sabemos de qué están hablando con ERC porque Ábalos ha dicho que los independentistas han renunciado a la vía unilateral y Vilalta que de eso nada. Y si esta, según Sánchez, va a ser la legislatura del diálogo, ya se pueden armar de paciencia en Bruselas porque, efectivamente, no somos de fiar.