«Cualquiera puede hablar en público, no hace falta carnet»
—¿Cualquiera puede hablar en público?
—Cualquiera. Para hablar en público no se necesita un carnet, solo tener un mensaje claro, conocer la técnica y un público que lo quiera escuchar.
—¿No hay quien tiene más habilidad para expresarse en público?
—Sí, pero no se nace con ese don como se suele pensar habitualmente. Se puede entrenar.
—¿Hay quien tiene capacidad para brillar como orador?
—Claro. Está el carisma, que a veces es innato pero también se puede construir.
—¿El carisma se puede construir?
—De alguna manera sí. Una persona carismática suele tener empatía, piensa en los demás y en cómo se van a sentir. El miedo escénico está compuesto en gran parte de ego. Hay que pensar en el público, en lo que quieren ellos, y en cómo hacer que les llegue el mensaje a través se los recursos que tienes, que son tu cuerpo, tu voz y tu intelecto. Hay que pensar más en eso y menos en ti mismo.
—¿Cuál es el mayor miedo?
—En general, lo que tiene la gente son expectativas de fracaso. El miedo está alimentado de eso, porque están constantemente pensando que se van a equivocar, o a trabar, o a olvidarse de algo...
—¿Hay reglas básicas?
—Sí. Nosotros tenemos un método que llamamos I can do. Esos 360 grados de la comunicación son: cómo colocas tu cuerpo, cuál es tu expresión facial, qué haces con las manos, cómo utilizas la voz, cómo construyes el mensaje y cuál es tu actitud. Todo eso nos da el conjunto.
—El primer error sería pensar que solo importa el contenido, lo que dices.
—Claro. Hay gente que quiere demostrar que sabe mucho, suelta unos tostones horrorosos y no hacen nada porque la puesta en escena sea interesante.
—El tono, las pausas, la locución...
—Yo bebo de muchas fuentes. Hace años fui actriz de doblaje y ahora les enseño a mis alumnos pequeños trucos: cómo hacer hincapié en una palabra concreta, el poder de los silencios...
—¿Alguna razón particular le llevó a poner sus conocimientos por escrito?
—Me empezaron a llegar mensajes de algunos casos asombrosos. Había gente que lloraba solo por tener que salir a decir su nombre, era puro terror. Y lo superaron. Hay tantísima gente que no habla porque piensa que nunca va a poder hacerlo que tenía que contarlo, explicarles que se puede, que hay ejemplos.
—Un trabajo a dos plumas. ¿Por qué?
—Raúl es escritor y alumno de la escuela y me pareció buena idea contarlo desde las perspectivas de la profesora y el alumno.
—¿Quién sería el orador perfecto?
—¿Quién se acercaría?
—Churchill decían, Obama también... Sobre todo tiene que ser alguien que haga llegar el mensaje.