Borrell ‘diplomacy’
Borrell y su particular forma de hacer las cosas vuelven a convulsionar la realidad europea. En política, no se puede ser impetuoso ni exaltado y menos en un foro tan formalista como la Comisión Europea. A un buen diplomático no debe faltarle el sentido común y la prudencia, y por supuesto, la capacidad de morderse la lengua, aunque le lleve los demonios. Pero a nuestro vicepresidente europeo de Exteriores, el conflicto catalán le trae por el camino de la amargura y le hace saltar a la mínima. Tanto, que desde su designación en julio, ya son dos las meteduras de pata: la primera, en noviembre, todavía como ministro español de Exteriores, cuando publicó en Twitter un documento en relación a la euroorden cursada contra la ex consejera catalana la segunda, en estos días, al criticar la falta de efectividad de las euroórdenes cursadas en Bélgica, no solo la del expresident
sino otras en las que hay delitos de sangre de por medio, como lo es el caso de la etarra Minutos le faltaron a su jefa, la para desmarcar a la institución comunitaria de los comentarios de su subalterno, en los que este criticaba el sistema judicial de un Estado miembro. «Chico malo, Josep», deben haberle dicho. Pero, parece que el malote español ha aprendido la lección.
Por el momento, ni media palabra sobre el fallo del Tribunal de Justicia de la UE que reconoce que contaba con la inmunidad al ser elegido eurodiputado, y por ello, debería haber sido excarcelado para coger su acta. Una sentencia, que bien podría favorecer a los también eurodiputados y Se admiten apuestas. ¿Volveremos a ser testigos de
diplomacy?H esa habitual Borrel