Estar harto

Lo malo de estar harto es pensar que todos los demás también lo están. El hartazgo hace más espesa la percepción de la realidad. Si estás harto de la política, aunque pienses que es una pesadez debatir entre personas que no están dispuestas a dar su brazo a torcer, eso no significa que toda la gente piense como tú. Vemos como se repiten infinitamente cosas sabidas, pero la audiencia desborda todas las previsiones, porque el gusto de oír lo mismo abunda, aunque estés harto, porque te reafirma en lo que ya sabías, y eso es muy importante en estos tiempos tan volátiles. Lo más probable es que no haya nadie entre los espectadores del debate que no lo tenga claro, antes, durante y después. Los que dudan son los que no gastan el tiempo en debates, porque dudan y les gusta seguir así, sin hartarse, sin querer remachar una y otra vez esa espesa percepción de la realidad que te lleva a no cambiar nada de lo que piensas. Cada vez con más firmeza te reafirmas en el hartazgo, y así no tienes que cambiar nada de tu opinión. No hay nada nuevo en el debate, sino más de lo mismo, para que te regocijes con tu hartazgo, pensando que es lo que les pasa a todos, que estamos completamente hartos. Aunque no es así; los que piensan, dudan, y les gusta seguir dudando, sin hartarse. Y son finalmente los que deciden.