Un tranvía llamado deseo
Dejar las cosas a medias, ya sea una película, un crucigrama, un polvo o una red de tranvías en Zaragoza, es mal asunto. Se te queda la cara del Coyote a punto de caer por un precipicio. Cuatro de los cinco partidos que representaban a los zaragozanos en 2008 (PSOE, PAR, CHA e IU) aprobaron la línea 1 del tranvía y dieron impulso a un proyecto tan ambicioso como ecológico para modificar la movilidad de la capital. Hubo voluntad de consenso y solo el PP se resistió. Si cuatro de cinco coinciden en apoyar una idea el problema lo suele tener el quinto. Once años después, el ayuntamiento ha liquidado el proyecto de la línea 2, que tendría que cubrir el recorrido entre Las Fuentes y Delicias. El partido que no aprobó en su día este modelo de transporte se ha salido con la suya y no parece importarle el derroche económico que implica dejar las cosas a medias. Esa manera revanchista de hacer política parece estar presente en el programa de
Nos guste mucho, poco o nada el tranvía, los ciudadanos no podemos vivir a expensas de los vaivenes políticos. Resulta desconcertante asumir un modelo de ciudad durante 16 años y regresar al pasado cuando les toca gobernar a otros. Por eso, algunos proyectos deberían ser intocables o quedar blindados, sobre todo si el tiempo ha demostrado que funcionan cuando existe buena gestión. En cuanto al coste «inasumible», todo aquello que sea servicio público al ciudadano debería ser tratado como inversión o beneficio y no como un gasto que se acepta de mala gana. Los gobiernos ya saben buscar financiación cuando algo les interesa de verdad. Como el plan de La Romareda, por ejemplo, que no es exactamente un servicio público.
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