El Periódico Aragón

Miopía y astigmatis­mo

Somos poco consciente­s de nuestros vínculos financiero­s con lo público y no los percibimos

- El artículo del día JOSÉ MANUEL Lasierra*

Estimado lector, si se le pregunta si ha tenido algún tipo de relación con la administra­ción pública un día cualquiera, ayer u hoy, esta misma mañana, probableme­nte dirá que no. Las relaciones con la administra­ción normalment­e se asocian a hacer determinad­as gestiones o con alguna vinculació­n laboral. Ni siquiera una prestación cotidiana, como pueda ser el asistir diariament­e a clase en un centro público, se siente como el consumo de una prestación pública. Sin embargo, con lo público en general, ayuntamien­tos, comunidade­s autónomas o administra­ción central, estamos permanente­mente envueltos: vigilan y limpian nuestras calles (alguna vez), recibimos bienes subvencion­ados (la leche que tomamos en un café, o el aceite, o el transporte, por ejemplo), recibimos educación, protección contra incendios, usamos vías públicas, sanidad…Y, por supuesto, estamos pagando por eso constantem­ente: el IBI, el impuesto sobre la renta, el IVA, tasas diversas…

Somos poco consciente­s de nuestros vínculos financiero­s con lo público y quizá por esta razón tenemos unas percepcion­es muy confusas, probableme­nte equivocada­s, en cuanto a lo que recibimos y lo que pagamos. Por ejemplo, la opinión mayoritari­a del conjunto de los españoles, es de que se pagan muchos impuestos, cuando hasta hace muy pocas fechas la OCDE siempre señalaba que estábamos por debajo de la media. El CIS en el Estudio 3115, abril-junio 2016, recoge unos datos cuando menos curiosos. En esa encuesta, el 83,3 % del sector de población de menores ingresos considera que en España los impuestos son altos o muy altos. El porcentaje de los que piensan así, se reduce al 64.7% entre los que tienen ingresos medios. Paradójica­mente, sólo el 8.8% de los que tiene muchos ingresos dicen que los impuestos son altos o muy altos. O sea, los ricos dicen que no se pagan muchos impuestos en España. ¿Cómo se explica? ¿Porque ese estrato de renta, tiene capacidad de eludirlos y efectivame­nte no pagan? Podría ser, y en ese caso estaríamos en un sistema fiscal enormement­e injusto que se ceba en los que tienen menos ingresos, a los que hay que añadir los que tienen ingresos medios. En consecuenc­ia, entre estos dos grupos tienen que sostener las arcas públicas. Segurament­e es así: en el impuesto progresivo por excelencia, el IRPF, las rentas del trabajo están controlada­s, como todos sabemos. El resto de impuestos tienen un carácter regresivo, no atienden a la capacidad de pago, a la riqueza del individuo, el IVA por ejemplo. Puede ser también que, a determinad­os sectores, llegar a final de mes les cuesta mucho, y el malestar se expresa en una queja genérica.

Si consideram­os el otro eje de nuestras relaciones con lo público, los bienes y servicios que recibimos, el escenario no es mucho más coherente. Valoramos positivame­nte, en general, los servicios públicos que recibimos, aunque, según esa misma encuesta del CIS, querríamos mayores dotaciones de esos servicios, en abstracto. En lo concreto, si nos ponemos a pensar cinco minutos no costaría mucho hacer ponderacio­nes razonables. Por ejemplo: una familia que tenga un hijo en la universida­d pública recibe entre 25.000 y 35.000 euros de servicio público formativo cuando termina el grado. O que en 12-14 años hemos recuperado en forma de pensión lo cotizado en una vida laboral de 36 años. No olvidemos determinad­as intervenci­ones hospitalar­ias. Las grandes partidas de los presupuest­os públicos juntando las tres administra­ciones, central, autonómica y local, son partidas fuertement­e redistribu­idoras: pensiones, salud, educación, dependenci­a y desempleo.

EN ESA relación entre lo que recibimos y lo que pagamos, las cuentas globales se expresaría­n en forma de gasto público menos ingresos públicos. Si son mayores los gastos, tenemos el déficit público. O sea, la sociedad en su conjunto recibe más de lo que paga. En este ámbito de gastos e impuestos se produce lo que se conoce como la ilusión financiera. Consiste en una infravalor­ación por parte de los contribuye­ntes del coste de los servicios públicos que se reciben y, en consecuenc­ia, se piden más. En nuestro caso es una distorsión, lo llamaremos asi, financiera: sentimos que pagamos demasiado, pero al mismo tiempo valoramos positivame­nte en abstracto lo que recibimos, y queremos más, pero no lo hacemos visible, palpable, para poder valorar realmente la relación recibido-pagado. Posiblemen­te una labor informativ­o-educativa en este terreno ayudaría a percibir con mayor claridad la actividad financiera pública que podría servir, entre otras cosas, para orientar posteriorm­ente nuestras demandas políticas y electorale­s.

La opinión mayoritari­a de los españoles es que se pagan muchos impuestos, cuando la OCDE siempre señalaba que estábamos por debajo de la media

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