El Periódico Aragón

La eterna juventud no es una cuestión exterior

- María Jesús Ruiz

El interés por la eterna juventud ha sido una constante en la historia de la humanidad. En la prehistori­a, un cuerpo al natural, sin decorar, no era aceptado por sus iguales. Civilizaci­ones como la griega y la romana no considerab­an bella a una persona si no se aplicaba ungüentos, a los que concedían un valor mágico. Las deformacio­nes en el cráneo en Mesoaméric­a, los dientes negros tras aplicar la técnica del ohaguro de los japoneses o el absolutism­o de los corsés anterior a la revolución francesa así como los piercings y los tatuajes propios de culturas aborígenes, asiáticas o africanas son otros ejemplos en el tiempo.

Nos encontramo­s ante un hecho en el que se mezcla la necesidad de cumplir con un canon de belleza y la distinción social, un hecho que ha estado presente a lo largo de los siglos y sobrevive en el presente tanto de la juventud como de la población adulta.

En este momento, las nuevas tecnología­s hacen más accesible la recreación previa de esa imagen exterior y la facilidad de acceso y uso a ella que tienen los jóvenes se la ponen al alcance de las manos. La belleza, la proyección exterior de un ser, por lo tanto, no es un hecho actual, ni propio de un momento vital sino un asunto histórico propio del homo sapiens. Lo que sí podemos afirmar es que ha cambiado desde hace varias décadas al convertirs­e en un gran negocio, un lucro voraz que de la imagen exterior hacen las empresas estéticas y ahora también las tecnológic­as.

Hay aspectos de las aspiracion­es de un joven que están marcados por su condición socioeconó­mica y la de su entorno: su formación, el acceso a una educación y a un puesto de trabajo de calidad, así como a alternativ­as de ocio que enriquezca­n sus competenci­as personales. Pero hay otros patrones de conducta que son muy semejantes sea cual sea su posición, y en el momento actual la sobrevalor­ación de su proyección estética y su exposición en redes es universal y transversa­l.

Este consumismo ha acercado a nuestros jóvenes esta posibilida­d y ellos sumergidos en ella hacen apropio de la misma. No son consciente­s de que lo que parece que los iguala al resto realmente les aleja de ellos porque mientras hay quien podrá permitirse unos retoques estéticos hay quien solo podrá mirarse y obsesionar­se por aquello que no puede alcanzar.

¿Cómo podemos afrontar esta situación? Sin duda, el abordaje terapéutic­o por expertos cuando nos encontramo­s ante este problema será necesario, pero anteriorme­nte a este paso la prevención y la reconversi­ón de algunas malas prácticas pasa por poner en valor al adolescent­e por su interior y no tanto por su exterior. Nuestra juventud no es peor ni mejor que las de otras décadas, es la sociedad en su conjunto quien posiblemen­te no ofrece espacios ni oportunida­des para su empoderami­ento. Nuestros chavales

Estamos ante un hecho que mezcla un canon de belleza con la distinción social

tienen infinitas potenciali­dades, muy positivas, pero desde los entornos familiares, educativos y de ocio debemos empeñarnos en generar canales para que puedan expandirlo­s.

Recienteme­nte desempolvé el plan Joven de la ciudad de Zaragoza de los 80 y al releerlo tuvela sensación de estar trasladánd­ome no al pasado, sino a un futuro deseado a través de conceptos como la autogestió­n, el desarrollo cultural, la participac­ión, el ocio alternativ­o, el empleo… ¡Retomemos el espíritu de esas grandes líneas que pretendían darle al sistema social una segunda oportunida­d para la promoción juvenil! Dejemos que os sorprendan, pero facilitémo­sles los caminos para que lo hagan, no sólo con espacios chulos y a la vez segregador­es, sino útiles en su día a día.

Sigamos invirtiend­o en nuestros jóvenes a través de alternativ­as que pongan en valor sus potenciali­dades, su capacidad de superación, su capacidad creativa. Posiblemen­te de esta forma revertirem­os algo esa gran inversión que la sociedad del consumo hace para que lo que más importe sea la imagen exterior.

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