El país de las maravillas
una tienda donde parecen haber estado toda la vida. Akane acepta ir con ellos a su propio universo, el País de las Maravillas. Es allí donde Akane empieza a ser reconocida como la mesías que viene a salvar el mundo. Bajo esa premisa se desarrolla esta película de animación que llega a España en época navideña no por casualidad sino buscando un tipo de público específico.
El filme tiene un amplio catálogo de figuras, escenarios y conceptos propios del relato fantástico infantil, expuestos sin demasiadas pretensiones; no hay arrojo, pero sí solidez. Es una película pensada para un tipo de espectador concreto y no se aparta, ni narrativa ni visualmente (es bonita, algo apastelada), de esas directrices. Hay en la aventura pozos de vida eterna, ciudades planas y diosas del viento verde pintadas y animadas sin brusquedad, sin tensión.
Un cuento infantil en el más estricto sentido de la palabra que muy de vez en cuando se toma alguna licencia sobre lo que está contando. Y es ahí donde reside la fortaleza o más bien la potencia del argumento de esta película japonesa que llega a nuestro país después de haberlo hecho anteriormente a otros lugares.