Pirotécnico Pirot
El mejicano Óscar Pirot publica su poemario ‘El ejército ha huido’
Tras varios años de silencio y confección, el poeta Óscar Pirot (Ciudad de México, 1979) regresa a las trincheras con El ejército ha huido (Tigres de Papel). Sin apenas hojear el libro, ya el título nos lanza una primera ráfaga de interrogantes: ¿Qué ejército?, ¿por qué ha huido?, ¿a dónde va? Incógnitas que el lector puede resolver o no, pero que inevitablemente dirigen la batalla contra nosotros, víctimas y verdugos en las trincheras de la imaginación. Porque solo a través del relato podemos alumbrar lo que antes fue este paisaje humeante y desolador. A quienes lo habitaron y en quienes dejó una herida irreversible: la herida de la ausencia.
Interrogatorio: «P. –¿Y usted qué hace, a qué se dedica? / ¿Es acaso un infiltrado, un espía, un enemigo? // R. –Todas las anteriores. / En este preciso momento lo estoy inventando a usted».
A partir de referencias bélicas (catapulta, portaviones, francotirador), desplaza la contienda hacia un territorio más íntimo, donde la escritura también es lucha: «Empuñar el silencio y tasajear la página. / Desgarrar sus miembros / en hebras de carne blanca, / descuartizar su anatomía hasta volverla irreconocible.»
Pirot escribe desde los restos, desde ese «montón de imágenes rotas» que diría Eliot, y a través de las cuales el poeta borda su propio sentido de la batalla. El ejército al que alude no tiene nombre, ni rostro ni nación. Es una fuerza invisible que golpea y huye como si pretendiera darnos un toque de atención. Volver nuestra mirada al mundo.
Un mundo de infancias, de soledad e imágenes alucinadas, donde los paracaidistas caen «elevándose hacia el sol», la memoria es un enemigo «que siempre nos ataca por la espalda», o donde «no es la flecha sino el vuelo lo que perfora el corazón».
Yo, como ya estoy herido, me repliego. Dejo el contraataque a los lectores. Que desembarquen en la poética de Pirot y libren su batalla como puedan.
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