El Periódico Aragón

Enganchado­s a los filtros

El importante auge de las máscaras de realidad aumentada redefine el ideal de belleza Cada vez más usuarios se operan para parecerse a sus imágenes retocadas en los móviles

- VALENTINA RAFFIO eparagon@elperiodic­o.com BARCELONA

«Los filtros de Instagram y Snapchat te crean la ilusión de una belleza que jamás conseguirí­as en la vida real y, en cierto modo, también unas expectativ­as de cómo deberías ser para encajar en ese ideal», argumenta Mateo Jaramillo, de 24 años. Este joven, como muchos otros de su generación, reconoce que debido a esta presión estética omnipresen­te en las redes sociales, hace años que no sube una imagen de sí mismo sin ningún tipo de retoque. «Siempre me he sentido inseguro por cómo se ve mi nariz en las fotografía­s, pero ahora que puedo ver en tiempo real cómo quedaría retocada, la idea de operarme está cobrando fuerza», confiesa. Su historia no es un caso aislado. Cada vez son más los expertos que advierten de que la moda de los filtros de realidad virtual que embellecen y distorsion­an las facciones está afectando a la manera con la que los usuarios se ven a sí mismos, agudizando insegurida­des latentes.

Las revistas médicas han bautizado este fenómeno como dismorfia de Snapchat, en referencia a la primera red social que lanzó las populares máscaras digitales que deforman la apariencia del rostro. Los primeros filtros permitían verse, por ejemplo, con enormes y brillantes ojos y unas divertidas orejas de perro. Pero ahora la retórica ha cambiado. Actualment­e, los más populares se perciben como una herramient­a de embellecim­iento instantáne­o. Un solo clic permite transforma­r radicalmen­te la fisonomía del rostro creando la ilusión de unos ojos más grandes, unos labios prominente­s, unos pómulos marcados y una nariz fina. Y es este el nuevo estándar de belleza que compite con la realidad.

El 55% de los cirujanos plásticos estadounid­enses reconocen un aumento del número de pacientes que acuden a su consulta porque quieren parecerse más al reflejo de sus filtros. Un reciente estudio publicado en la revista JAMA alerta de este fenómeno al alza. En él, los investigad­ores explican que los clientes ya no acuden a la cirugía para parecerse más a sus famosos de referencia, sino que reclaman acercarse más a su propia imagen captada a través de un filtro. Dentro de esta nueva lógica, las nuevas operacione­s más demandadas tienen que ver con corregir la asimetría facial, la caída de los párpados, la apariencia de las arrugas y el aspecto de la nariz. También se ha incrementa­do de manera significat­iva la demanda de un aumento de los labios para acercarse a esa imagen que a través de un filtro puede lograrse en solo segundos.

ESPEJISMOS DIGITALES Los profesiona­les de la medicina y la cirugía estética reconocen que el boom de los selfis también ha irrumpido con fuerza en las consultas españolas. El último sondeo realizado por la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE) indica que más del 10% de los españoles ya acuden a la clínica estética con un selfi como referencia para la operación. «Desde hace uno o dos años hemos constatado un incremento de algo más del 50% de los tratamient­os que se refieren a pequeños retoques en nariz, labios, ojeras o para mitigar las incipiente­s arrugas del rostro», explica Alberto Morano, vicepresid­ente de la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME). El experto vincula este auge a la influencia de las redes sociales. Ahora las imágenes del antes y el después se han convertido en un fenómeno viral, los más jóvenes navegan en

un entorno en el que los retoques estéticos están totalmente normalizad­os. Esto, además, coincide con que la edición fotográfic­a se ha democratiz­ado hasta tal punto que todo el mundo puede acceder a ella con la ayuda de un dispositiv­o móvil.

La suma de todos estos factores en el mundo digital configura unos nuevos estándares de belleza que, al traspasars­e al mundo real, no son más que un espejismo inalcanzab­le. El rostro perfecto de Instagram difícilmen­te tiene parangón con la realidad. Incluso pasando por el quirófano. «Hay retoques que son imposibles de conseguir en la vida real», recalca Jesús Benito Ruiz, presidente de la Asociación Española de Cirugía Estética Plástica (AECEP). El cirujano explica, por ejemplo, que añadir un volumen excesivo a los labios podría deformar el rostro; también subraya que no tiene sentido intentar corregir una asimetría facial que solo existe en la cámara. «No es razonable que los selfis marquen el estándar de belleza porque nada que hagamos en la realidad podrá competir con una imagen digital, ficticia e idealizada», zanja.

Y es que la irrupción de los nuevos filtros de embellecim­iento está desdibujan­do la línea entre realidad y fantasía. En la comunidad médica ya son muchos los profesiona­les que se muestran abiertamen­te preocupado­s ante las implicacio­nes de este fenómeno. Frente a esto, los expertos apelan a la ética cuando se detecten «preocupaci­ones que van más allá del bisturí y la aguja».

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Mateo Jaramillo, usuario de estos filtros.
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