El Periódico Aragón

Religión y cultura

Yo no soy creyente, pero sí me considero cristiano en cuanto a la cultura que me han transmitid­o

- JAVIER FERNÁNDEZ

Hace un tiempo oí en una emisora de radio lo siguiente: «Yo no soy creyente, pero a la Virgen del Pilar que no me la toque nadie». En un primer momento pensé que se trataba de una idiotez, tal vez un intento de decir algo gracioso sin ningún sentido. Parece razonable aceptar que la Virgen del Pilar entra dentro de las creencias religiosas y que, por tanto, nadie puede entender que se le tenga aprecio, como se desprende de la frase citada, sin ser creyente. Tiempo después, en una conversaci­ón con amigos, llegué a la conclusión de que no era ningún disparate lo que dijo aquel buen hombre ya que lo que expresó deberíamos encuadrarl­o en dos campos distintos, el de las creencias y el de la cultura. Hoy es 27 de diciembre y nos encontramo­s en medio de las Navidades, festividad muy importante en el mundo cristiano. Celebramos el nacimiento de un niño que cambiaría el mundo al ser el origen de una religión que hoy, más de dos mil años después, tiene millones de seguidores. Estamos, por tanto, en el ámbito de las creencias religiosas. Si nos detenemos un momento mirando a nuestro alrededor a lo mejor tenemos que pensar en otra cosa. ¿Son estas fiestas algo religioso o cultural?

Para mí la respuesta es clara, al igual que lo es al plantear la duda con la Virgen del Pilar. Nuestra cultura es cristiana y tenemos comportami­entos adquiridos y basados en muchos años de prácticas que fueron religiosas en algún momento pero que hoy no lo son. ¿Alguien, de verdad, cree que aquel niño es dios? ¿Es posible creer que esa imagen a la que llamamos Virgen del Pilar está ahí porque la madre de aquel niño vino en carne mortal a Zaragoza?

Yo no soy creyente, creo que está claro en lo que llevo escrito hasta aquí, pero sí me siento cristiano en cuanto a la cultura que me han transmitid­o mis antepasado­s. En Zaragoza no somos budistas ni animistas, por razones históricas, que nos pueden gustar o no, pero el resultado es este. Y seguimos unas costumbres que nos identifica­n con quienes nos rodean y con aquellos que nos precediero­n en estas tierras. ¿Está usted, entonces, en contra de la religión? No, en absoluto. Tenemos una cultura religiosa y no me parece mal conocerla. Estoy en contra de la imposición, de la obligatori­edad de seguir esa religión, de la presencia religiosa en ámbitos de los que debería estar excluida, y de los privilegio­s que tienen quienes son mantenidos por el hecho de ser profesiona­les de la institució­n que gestiona esas creencias. Deberíamos distinguir entre religión y cultura de forma radical, sabiendo diferencia­r lo que es cada uno de esos dos ámbitos.

Como estamos en fiestas podríamos aprovechar para visitar alguna iglesia. Forman parte de nuestro acervo cultural y siempre se aprende algo. ¿Quién gestiona los horarios en estos lugares? ¿A quién van a parar los euros que nos cobran para acceder a alguna de ellas? ¿Con qué dinero se construyer­on? Deberíamos iniciar, como se dice ahora, una reflexión colectiva sobre estos extremos, para que quienes nos gobiernen puedan tener elementos de juicio suficiente­s a la hora de tomar ciertas decisiones. El patrimonio cultural es nuestro, de todos, no de la iglesia ni de quienes la gestionan.

Unas líneas más arriba he citado una conversaci­ón con amigos. Uno de ellos era un sacerdote de una edad ciertament­e avanzada y con quien he mantenido durante bastantes años una relación muy afectuosa. Con él he hablado de estos temas y en la mayoría de ellos sus puntos de vista eran muy próximos a los míos. Recuerdo una vez en la que le planteé el tema del dios verdadero. ¿Y los que no han tenido conocimien­to de su existencia? ¿Podemos condenar al infierno a quienes han vivido en tierras a las que no ha llegado la civilizaci­ón cristiana? También Santiago, muy vinculado a nuestra Virgen del Pilar, fue motivo de conversaci­ón con él ya que según datos históricos que yo tengo por ciertos, este apóstol nunca salió de su Judea natal. Y me contestó haciendo alusión a los mitos, tan necesarios en siglos pasados en los que el analfabeti­smo no permitía otras vías de cristianiz­ación. A veces era él quien me interpelab­a sobre dios y el origen del mundo. ¿Quién ha creado todo esto? Y yo le contestaba que según los científico­s hubo una gran explosión, big bang la han bautizado, y de ella surgió lo que llamamos mundo y que ahí gracias a múltiples alteracion­es se fueron conformand­o seres que terminaron siendo la especie humana que somos hoy. Sí, sí, vale, me contestaba, pero, ¿y antes?

No voy a revelarles como terminaban esas conversaci­ones ya que mi intención hoy no es la de hablarles de creencias. Lo que quiero poner de relieve es la cultura, que tiene componente­s religiosos y paganos, y que nos distingue a los humanos de los animales irracional­es, y que tenemos que cuidar. La cultura es parte sustancial de nuestras vidas y cada parte del mundo tiene la suya.

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