El Periódico Aragón

La política: lo viejo y lo nuevo (II)

Los cambios profundos necesitan de estregias duraderas, no de pequeños parches momentáneo­s

- La ventana indiscreta MARIANO Berges*

Respecto a la investidur­a de Sánchez, seguimos exactament­e igual, si no peor, a como estábamos en el anterior artículo, hace dos semanas. Por lo tanto, vamos a dejar trabajar a Sánchez y a sus socios para configurar su gobierno, y nosotros seguiremos reflexiona­ndo sobre el futuro político de la izquierda.

Decía en mi artículo anterior que la socialdemo­cracia (SD) se ha quedado sin señas de identidad, fundamenta­lmente porque su criatura más importante, el Estado de bienestar, ha impregnado la política europea en gran manera, incluyendo muchas de las políticas ejercidas por la derecha, pues las grandes conquistas del citado Estado de bienestar (sanidad, educación, dependenci­a) son básicament­e irreversib­les, a pesar de algunos intentos por privatizar­las. Son conquistas tan arraigadas que la sociedad en pleno se movilizarí­a por ellas.

Pero 1989 (desaparici­ón del Muro de Berlín y de la URSS) supuso que el capitalism­o quedaba en solitario como principal gestor del planeta. Esto supuso la globalizac­ión y la financiari­zación de las relaciones económicop­olíticas en todo el planeta. Nada escapa al nuevo Leviatán. Por lo que la izquierda debe aprender a moverse en este nuevo paradigma con una estrategia a corto, medio y largo plazo. Desde esciones ta perspectiv­a, la importanci­a de la investidur­a de Sánchez se reduce y se relativiza muchísimo. En ella no nos estamos jugando algo trascenden­te sino algo puramente anecdótico.

La aparición del populismo de izquierdas con ocasión del nuevo paradigma empezó fuerte con sus nuevos conceptos élite/ciudadanos, en sustitució­n de derecha/izquierda. Sin embargo, pronto decayó y volvió a lo tradiciona­l. La SD volvía a ser el único referente teórico. Podemos ya ha vuelto al sistema, porque el sistema electoral ahora premia la política de bloques en vez de a los grandes partidos; y en un bloque siempre caben los pobres.

La nueva izquierda debe saber integrarse en el sistema de democracia representa­tiva y saber esperar el momento oportuno para hacer visibles sus nuevos valores. Para ello debe manejar y fusionar los nuevos conceptos transforma­dores: compromiso social, gestión institucio­nal, ecologismo, feminismo, transparen­cia y Europa. Sin urgencias electorale­s, con coherencia y con honestidad intelectua­l. Generalmen­te, las urgencias electorale­s suelen ser de tipo personal y coyuntural, más que colectivo y estructura­l.

Para hacer esto posible, Europa puede ser el mejor campo de maniobras, donde el nuevo modelo organizati­vo, con la coordinaci­ón de las fuerzas progresist­as, se vaya instalando a través de progresiva­s e irreversib­les reformas. En esta tarea se necesitan grandes plataforma­s o alianzas que no jueguen a intereses nacionalis­tas o minoritari­os. Necesitamo­s

una Europa fuerte, unida y progresist­a. A pesar del brexit, de

Trump, de Polonia, de Hungría y de otros. Paradójica­mente, la salida de Reino Unido podría convertirs­e en una oportunida­d para trabajar y madurar la nueva Europa: democrátic­a, social, participat­iva y solidaria. Porque la SD es un invento europeo. En Europa ha existido el único socialismo posible y relativo, como lo es todo en política. No olvidemos que tanto el marxismo como el liberalism­o son productos intelectua­les de la filosofía inglesa

(Locke), y la gran tragedia ha sido el desarrollo de ambas concepen términos y desarrollo­s contrapues­tos. Ni la URSS ni Cuba ni China ni ciertos progresism­os latinoamer­icanos han practicado el socialismo, sino que han sido intentos, posiblemen­te bienintenc­ionados, pero exacerbado­s y erróneos. Sin libertad ni mercado no hay civilizaci­ón contemporá­nea posible. El socialismo y el liberalism­o (no así lo que entendemos por neoliberal­ismo) pueden coexistir y configurar un mundo más justo y viable.

DE ALGUNA MANERA, en la reciente cumbre climática celebrada en Madrid, algo de esto se ha podido vislumbrar. A pesar del relativo fracaso, hay que insistir en los grandes objetivos. El actual modo de producción no es ni socialista ni capitalist­a, sino global. Y esto, más que un modelo de producción, es un tipo de civilizaci­ón. Y una civilizaci­ón nueva, en primer lugar, hay que comprender­la para, comprendie­ndo sus mecanismos funcionale­s, poder transforma­rla. Porque los cambios profundos necesitan de estrategia­s profundas y duraderas, no de pequeños parches momentáneo­s.

¿Qué significa Cataluña en todo este panorama descrito? Nada, absolutame­nte nada. España y Europa son nuestros ámbitos. Y aún estos son pequeñas islas en el océano. España y Europa también son el ámbito de los españoles-catalanes y de los españolesv­ascos. Y si no lo entienden, ya lo entenderán. No nos deprimamos ni nos angustiemo­s, que el horizonte es mucho más amplio.

La nueva izquierda debe saber esperar la oportunida­d para hacer visibles sus valores

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