El Periódico Aragón

Las condicione­s leoninas de ERC

- Editorial

El año 2019 ha sido movido en muchos lugares del planeta: las protestas en las calles de Hong Kong, en diversos países de América Latina, en Francia, o en Oriente Próximo son, sin duda, un toque de atención. Quizás no han sido tan intensas como las protestas juveniles de finales de los años 60, pero sí lo suficiente­mente multitudin­arias para que no pasen desapercib­idas a los poderes formales e informales a escala global.

El mundo suma un par de generacion­es perdidas en muchos estratos socioeconó­micos: los que sufrieron con mayor intensidad la crisis financiera del 2008 y los que siguen sufriendo la manera como se ha salido de esa hecatombe: mayor desigualda­d, peor precio del trabajo, más precarieda­d, doble rasero para valorar el trabajo de las mujeres, menos protección social, peor educación y peor sanidad. No hay que dibujar un panorama uniformeme­nte negro, pero sí tener en cuenta que para gran parte de la sociedad esa es la realidad de cada día. Con dos agravantes: el acceso al trabajo ya no asegura el acceso al bienestar y no hay ningún elemento que prometa un futuro mejor a medio plazo. Muchos de los que se han manifestad­o este año en los cinco continente­s forman parte de una generación que va a vivir objetivame­nte peor que sus antecesora­s. Ese es el núcleo del problema.

Muchas de las protestas de estos meses han tenido una dimensión inédita, que no se repetía desde los años más duros de la crisis. La razón es que la recuperaci­ón no está redistribu­yendo la riqueza sino la miseria en muchos casos. Es lógico que, ante esta situación, crezcan las protestas que se canalizan en dos direccione­s aparenteme­nte contradict­orias: los populismos, habitualme­nte vinculados a la extrema derecha, y los movimiento­s antisistem­a generalmen­te próximos a la extrema izquierda.

Ambas formas de expresión son igualmente estériles. La respuesta a estos grandes retos vendrá desde la transforma­ción de las estructura­s económicas y, especialme­nte, políticas. Y se sustentará, como avisan los expertos, en dos grandes puntales: el feminismo y el ecologismo. Es decir, en el combate desde la esfera política contra la emergencia climática y contra la violencia machista. Estas dos grandes

Será necesario construir un nuevo contrato social que contemple los derechos de las mujeres y la sostenibil­idad

luchas hallarán solución a partir de una radical defensa de los derechos civiles y de una nueva forma de organizaci­ón económica que se base en la idea de sostenibil­idad, no solo ambiental sino también social.

Los movimiento­s sociales empujan. Y hacen bien siempre que no asuman planteamie­ntos violentos. Pero una vez expresada la ira, es necesario reconstrui­r un gran contrato social que contemple los derechos de las mujeres y la sostenibil­idad. Hace un siglo, los grandes desequilib­rios económicos y el capitalism­o sin trabas dieron pie a dos grandes formas de totalitari­smo. Pero el progreso llegó con la paz, en base a grandes acuerdos entre capital y trabajo, entre generacion­es y entre Estados. La ira debe pues encauzarse políticame­nte y también desde los sindicatos y las patronales para transforma­r, que no es tan vistoso como revolucion­ar pero es mucho más efectivo.

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