El Periódico Aragón

Dos periodista­s

- FRAN Osambela Navarro*

Sin ánimo de hacernos ahora los mártires, no está de más que por una vez reconozcam­os alto y claro que sacar adelante este periódico cada día supone un sobreesfue­rzo colectivo de considerac­ión. Las causas son muchas y variadas; algunas conocidas por todos, como la crisis del llamado periodismo de papel, ese que trata de buscar una salida en el universo digital mientras clava los pies en el suelo dispuesto a pelear por sobrevivir pese a todos los malos augurios que le sobreviene­n.

Otras razones son más soterradas, como el permanente pulso contra el imperio del monopolio (vamos para 30 años de orgullosa superviven­cia); ese que (casi) todo lo posee, (casi) todo lo puede y (casi) todo lo aplasta (si les das la oportunida­d). La cuestión es que cuando uno se pone nuestra camiseta ya sabe que siempre tiene que dar un poco más. O al menos intentarlo, porque ahí fuera no solo nadie regala nada, sino que si te descuidas, te lo quitan.

Desde esta semana, nos toca a todos redoblar ese esfuerzo (si cabe), porque casi sin darnos cuenta nos hemos quedado sin dos de nuestros referentes. Dos puntales básicos en esa particular odisea que emprendemo­s cada mañana y alargamos hasta bien entrada la noche. Ley de vida. Juan Carlos García

de Frutos y José Luis Ainoza han enfila

Juan Carlos García de Frutos y José Luis Ainoza se han jubilado: esto se pone aún más difícil

do la senda de la (indudablem­ente merecida) jubilación después de una trayectori­a en la que más allá de dignificar esta profesión, han sacado lustre a un oficio.

En las antípodas de ese vedetismo periodísti­co que acapara los focos cada vez más, ambos han sido siempre los exponentes de la tarea en común, del trabajo oscuro y anónimo tan imprescind­ible en una redacción y, por encima de todo, de la lealtad a la cabecera y lo que representa. Sumen a eso ver crecer a tus hijas y tu hijo solo mientras duermen, o vivir a horario cambiado durante casi 40 años de tu vida engañándot­e a ti mismo y a los tuyos mientras ingenuamen­te les prometes que mañana todo será distinto y mejor.

Solo llevan unas horas sin venir por aquí y ya hemos confirmado nuestros temores previos: por esa puerta no solo se han ido dos redactores jefes de la vieja escuela, un par de pedazos del periodismo más vocacional y romántico, en el fondo se ha ido una impecable forma de entender la vida profesiona­l. Solo nos consuela que al menos en el ambiente han dejado la impronta de su espíritu... De su espíritu de sacrificio. Lo vamos a necesitar. Gracias.

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