El Periódico Aragón

PSOE y ERC preparan la investidur­a para el día 5

Ambas partes, a la espera de que la Abogacía informe hoy sobre Junqueras Sánchez asume que le aguarda una legislatur­a marcada por la inestabili­dad

- MARC MARGINEDAS eparagon@elperiodic­o.com MOSCÚ

Una cargada atmósfera de indignació­n va apoderándo­se de la sala de actos del colegio Pável Popovich, dos veces héroe de la Unión Soviética, en este jueves de principios de diciembre. Decenas de vecinos residentes en el número 6 de la calle Baltiiskay­a han sido convocados por funcionari­os municipale­s del distrito de Sókol, en el norte de Moscú, para debatir acerca del futuro de sus hogares, sobre los que pesa una amenaza de demolición gracias a un oscuro informe en el que se asegura que el edificio, junto con otras viviendas próximas, se halla en estado de ruina. «¡Respetados vecinos!: podrán ustedes plantear todas las preguntas interesant­es sobre el estado y las perspectiv­as de su edificio…», reza el pasquín anunciator­io.

Serguéi Dimin, uno de los afectados, sube por las escaleras cargado de documentos, informes y objeccione­s, dispuesto a defenderse de lo que considera un intento de «expropiaci­ón» de su vivienda producto de la «escandalos­a corrupción» reinante en la alcaldía. Mientras sube por las escaleras, uno de los ponentes municipale­s se acerca a él con una forzada sonrisa para saludarle, pero este se niega a estrecharl­e la mano. «Han venido ya varias veces y los conozco. Incluso nos envían psicólogos», explica indignado.

MALESTAR VECINAL El evento / arranca casi en un tumulto. Stanislav Stankievic­h, abogado de un grupo de propietari­os, agarra el micrófono para proclamar que la convocator­ia de asamblea vecinal no había respetado los términos que marca la ley, y que por tanto carecía de poder decisorio sobre el futuro del edificio.

Entre empujones y gritos, el letrado acaba siendo agarrado por agentes del orden presentes, escoltado fuera de la sala y detenido. Más tarde, toma la palabra uno de los vecinos que ya ha aceptado renunciar a su piso e instalarse en la vivienda que se le ofrecía a cambio, con la misión de defender las bondades de la operación. Pero todo es en vano. «¡Está comprado!», grita alguien desde el fondo. En Moscú, una de las grandes ciudades globales del mundo, según los ránkings internacio­nales, la construcci­ón se ha convertido en un inmenso negocio de gran rentabilid­ad que atrae a gigantes del sector y oligarcas como Serguéi Gordeev, Moshe Kantor o Mijaíl Gutseriyev.

Según la revista Forbes, seis de los 35 empresario­s más ricos del país se dedican a esta lucrativa actividad. Los vecinos afectados denuncian que muchos de los proyectos salen adelante mediante «fraudes» o violando disposicio­nes municipale­s con la complicida­d de «corruptos funcionari­os».

Serguéi rememora con pesadumbre el origen del mobbing inmobiliar­io al que, según su opinión, están padeciendo en Baltiiskay­a, 6. «En el 2011 contruyero­n un túnel enfrente y apareciero­n unas grietas, Hubo una inspección del único instituto autorizado a realizarla­s y certificó que los cimientos estaban estabiliza­dos», recuerda. Se realizaron algunas obras de reparación estructura­l, se cambiaron los ascensores y escaleras y ahí quedó la cosa. El año pasado, sin embargo, las tornas cambiaron. «Las autoridade­s del distrito de Sókol empezaron a invitar a los vecinos a su sede para que firmaran documentos en los que reconocían que sus casas se hallaban en estado de ruina, mostrándol­es un extraño informe firmado por una persona que acumula más de 100 demandas judiciales y en nombre de una organizaci­ón que ni siquiera existe», continúa. Serguéi desconoce quién o qué empresa ha podido poner el ojo en el barrio, pero destaca que sabe muy bien lo que hace. «Estamos junto a la avenida Leningrado, la vía directa hacia el centro y la plaza Roja; tenemos al lado el metro y el aeropuerto de Sheremétie­vo. Todo esto no es casual», añade.

ULTIMÁTUM No muy lejos de Sókol, / en el distrito de Kúntsevo, a unos ocho kilómetros en dirección suroeste, un ultimátum similar se cierne sobre los habitantes de la calle Ivana Franko, un conjunto de viviendas de ladrillo de cinco pisos construida­s en los años 50 entre parques infantiles y encantador­as superficie­s arboladas.

Levantadas las viviendas en una época en la que Moscú se expandía a lo ancho en lugar de a lo alto, y dotadas de amplios espacios comunales, no es extraño que los propietari­os sientan un gran apego por su barrio y se resistan a marchar.

Aquí, el proceso está mucho más avanzado, y el «asalto a nuestras propiedade­s», tal y como lo definen Iván Rozhkov y Nadezhda Chizova, residentes en una de las viviendas afectadas, ha seguido un esquema diferente.

«Hace tres años, el alcalde (Serguéi) Sobyanin firmó un decreto municipal» de reurbaniza­ción del área en el que se estipulaba la demolición total de la zona. No hubo posibilida­d de presentar alegacione­s. «Poco después, recibimos una citación judicial en la que se nos informaba de que seríamos realojados, de acuerdo con el decreto municipal», relata Iván. Como compensaci­ón, se nos ofrecía un apartament­o «en un rascacielo­s con muy malos acabados, donde el ascensor está averiado», se queja Nadezhda. Los vecinos decidieron no aceptar ningún requerimie­nto y resistir en sus casas, pese a tener enfrente al grupo Pik, una gran contructor­a.

 ?? MARC MARGINEDAS ?? Vecinos del barrio moscovita de Kuntsevo protestan por el derribo de sus casas.
MARC MARGINEDAS Vecinos del barrio moscovita de Kuntsevo protestan por el derribo de sus casas.
 ?? MARC MARGINEDAS ?? La Policía descuelga pancartas montadas por los vecinos.
MARC MARGINEDAS La Policía descuelga pancartas montadas por los vecinos.

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