Muere Alasdair Gray, el escocés excéntrico
El autor de ‘Lanark’, su obra maestra, fallece a los 85 años en Glasgow, su ciudad
Ha sido uno de los raros más excéntricos de las letras británicas y quizá por ello no haya tenido en castellano la suerte editorial que se merecía. El escritor Alasdair Gray, reducido aquí al ámbito de unos pocos, ha sido el padre de la nueva narrativa escocesa, con discípulos hoy tan reconocidos como Irvine Welsh o A. L. Kennedy. El autor falleció el pasado domingo en Glasgow, su ciudad natal, a los 85 años, un día después de su cumpleaños. Genio y figura, su cuerpo ha sido donado a la ciencia y no se celebrará funeral alguno en su honor. Pero las muestras de homenaje se han multiplicado en las redes, destacando las de Welsh –«fue un talento único que con sus novelas influyó creativamente en la siguiente generación»– o la de la líder del Gobierno escocés, Nicola Sturgeon, que lo ha calificado de «gigante literario». Y es que el autor fue durante toda su vida un ferviente nacionalista de izquierdas, lo que no le impedía temer que la independencia escocesa tuviera un «futuro oscuro y difícil».
Autor de una veintena de obras, entre novelas, libros de relatos y poesía, ninguna de ellas, siendo excelentes, ha cosechado la consideración de Lanark (Marbot), que fue saludada desde el minuto uno en 1981 como su obra maestra. Elaborada a fuego lento durante tres décadas, Lanark se divide en cuatro partes, aunque dos de ellas transcurran en un universo paralelo y visionario. En ella se mezclan autobiografía, ciencia ficción, experimentación formal (el prólogo de la novela se sitúa en la página 150), juego humorístico y el sello indiscutible de Gray, el diseño gráfico.
TÍMIDO Gray fue un producto / del Glasgow industrial, hijo de padres trabajadores implicados en la lucha obrera, muy pronto se reveló con una habilidad particular para el dibujo. Dotado de una timidez casi patológica de la que se desembarazaba gracias al alcohol, no fue una persona fácil. Poco agraciado y con severos problemas dermatológicos, solía lamentarse de que un eczema crónico le provocaba el rechazo físico de las mujeres –aunque llegó a casarse dos veces y mantuvo otra relación larga pero muy tóxica entre ambos matrimonios–. Ese trauma germinó en sus libros en formas eróticas poco saludables, como en las novelas 1982, Janine o Vestida de cuero, que exploran el terreno del sadomasoquismo.
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